Revista Comunicación

Tyrion

Publicado el 16 mayo 2014 por Lya
TyrionA veces me gustaría tener el talento suficiente como para poder resumir, expresar o reflejar en una frase lo que implican, lo que significan determinados momentos. Es el quiero y no puedo, no me sale, no es lo que busco, de todos los que, de un modo u otro, nos dedicamos a esto del escribir. Es una sensación permanente, de exigencia constante, de querer ser mejor, más agudo, más perfecto, alimentada por lecturas sin fin, por plumas perfectas, por inteligencias brillantes que no residen en nuestro cerebro.
Esa frustración que acompaña a todo proyecto de escritor escribiente, que decía yo sé quién, se hizo cometa, volcán y huracán el otro día al ver el final del sexto capítulo de la cuarta de Game of Thrones. ¿Cómo describir aquello? ¿Cómo alcanzar a siquiera rozar con la punta de la tecla tamaña maravilla? ¿Cómo mostrar a los neófitos y a los ya iniciados las verdades -todas las del mundo- que encierra Tyrion Lannister? ¿Cómo osar a definir algo así? ¿Con qué palabras? 
Dije en Twitter al terminar el capítulo que George RR Martin no crea personajes, sino dioses a los que adorar. Cada uno en su medida, con sus vilezas y sus luces. Y de todos, Tyrion es el absoluto. El total reflejo de nosotros mismos, de lo que mejor que podemos llegar a ser los seres humanos. La perfección encerrada en la, supuesta, imperfección. La mayor de las grandezas en el cuerpo más pequeño. Una contradicción evidente, buscada, querida, que resulta no ser tal, como tantas otras cosas en esa historia. Brutal, cruel y verdadera, sobre todo, verdadera.
Tyrion Lannister. Qué más se puede decir, señores.
I wish I was the monster you think I am...



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