Revista Viajes
Tras nuestro paso por la Isla de Lombok primero y más tarde por las paradisíacas Islas Gili, regresamos otra vez a Bali, pero esta vez nos alojamos en el interior de la isla, en su corazón. Ubud es la capital cultural de Bali y el lugar de residencia de la Familia Real balinesa, además de ser el lugar donde florece el arte. Toda la localidad de Ubud está salpicada de galerías de arte, talleres de pintura, de escultura, museos, centros de arte creativo y un largo etcétera. Además, y para complementar una vida cultural tan rica, está el patrimonio en forma de templos y palacios, y una exuberante naturaleza que rodea la población por todos lados. Pernoctamos en Ubud cinco noches lo que nos permitió no sólo conocer en profundidad la pequeña ciudad y sus alrededores sino que nos sirvió también para adentrarnos en el norte de la Isla de Bali, sus increíbles y grandiosos templos, sus montañas, sus lagos, sus fabulosas terrazas de arrozales y sus volcanes. Esto hace de Bali una de las islas más completas que hayamos visitado ofreciendo al viajero playas y rincones paradisíacos y magníficos templos y una cultura verdaderamente rica y variada.
El famoso Café Lotus de Ubud es la antesala de un precioso templo, el Pura Taman Kemuda Saraswati y que encierra dos grandes estanques repletos de flores de loto. Este café tiene sus mesas orientadas hacia el templo y no resulta demasiado económico para comer, además su carta no es demasiado afortunada para mi gusto. El templo de Pura Taman kemuda fue construido en honor de la diosa de la sabiduría, las artes y la enseñanza. Es la constante en Ubud, su vertiente cultural y referente absoluto en la Isla de Bali.
Este día habíamos planeado ir dando un paseo hasta los arrozales que se extienden por la zona noroeste de Ubub. En un principio no teníamos pensado dedicar más de un par de horas pero tras una primera incursión y descubrir su belleza los recorrimos en casi toda su extensión. Hay que tener en cuenta que Ubub está abrazado por colinas, y una vez dejadas atrás las llanuras los arrozales van ascendiendo hacia esas colinas formando pequeñas terrazas visitadas por grandes bandadas de patos salvajes. Recomiendo comenzar el paseo en el Café Lotus, y de ahí ir poco a poco ascendiendo por los caminos que bordean y en ocasiones atraviesan los campos de arroz.
Es fácil seguir el recorrido por los arrozales de Ubud. Un amplio camino de tierra por el que se puede llegar en moto te permite ver el inicio de estos arrozales, pero enseguida ese camino se estrecha hasta convertirse en un sendero por el que apenas cabe una persona en parte de su recorrido. Durante el paseo es fácil encontrarse con mujeres plantando en las tierras inundadas y con campesinos acarreando pesados sacos, es la vida cotidiana en el arrozal. Como dato curioso apenas nos cruzamos con dos o tres parejas de viajeros, lo cual no deja de ser sorprendente en este bello lugar tan cercano a Ubud.
A lo largo del paseo por los caminos es fácil toparse con pequeños santuarios donde los agricultores dejan sus ofrendas a la diosa del arroz para que ésta cuide de sus cosechas. Pero si te fijas un poco no sólo dejan ofrendas en los santuarios creados al efecto, sino que también las puedes ver colgando de laguna planta de arroz o bien al pie de los canales que inundan las pequeñas terrazas de los arrozales.
Cuando estábamos a mitad del "trekking" nos empezó a acuciar el estómago y comenzó la búsqueda a ciegas de un lugar para comer alguna cosa. La verdad que por esta zona no es sencillo encontrar algo. En algún punto de los senderos nos cruzamos con algunas casas ocupadas por pequeñas galerías de arte que exponían multitud de cuadros con motivos paisajísticos sobre todo, pero poco más. Estas construcciones se conocen como "la comunidad de artistas" y desde allí hay unas bellas vistas sobre el río Wos que alimenta a los arrozales. Eso si, ningún viso de cruzarnos con algún lugar para comer, a excepción de unas casas ocupadas por un alemán, a tenor de las numerosas banderas de ese país y del exiguo menú a base de salchichas. Asomamos la nariz por la puerta y con tanta suciedad y desorden se nos quitaron las ganas de entrar. Salimos a una carretera asfaltada y seguimos buscando hasta toparnos con una pequeña joya de restaurante, el Café Bintang.
Con una maravillosa terraza con vistas a los arrozales, este café es una interesante fusión de la cocina japonesa con la cocina indonesia que nos encandiló. Y como tal fusión nos pedimos un plato indonesio a base de satay, arroz y carne guisada y un sabroso y completo plato de tempura. Tras la comida decidimos regresar a Ubud. A lo largo del camino nos cruzamos con varios templos a los que pudimos acceder libremente, algunos de un tamaño sorprendentemente importante con multitud de tallas en piedra y frondosos jardines.
Para regresar a Ubud decidimos abandonar los senderos de los arrozales. Regresar por ellos era arriesgado porque se nos podría haber echado la noche encima y sin luz la posibilidad de descalabrarse en algún punto era alta. Así que, tras la excelente comida, emprendimos el camino por una carretera que tenía toda la pinta de llevarnos hasta Ubud. Por el camino que bordeaba en gran parte los arrozales pudimos disfrutar de excelentes vistas panorámicas de muchos de ellos con la bonita perspectiva que te ofrece la altura.
Tras el intenso paseo llegamos hasta las puertas del Palacio Real de Ubud, Puri Saten, situado en la animada calle principal de Jl Raya Ubud. En esta calle se alinean un montón de restaurantes y comercios de todo tipo y ya sea de día como de noche es la arteria más transitada de todo Ubud. Construido en el año 1890 esta magnífica construcción sigue siendo hoy en día muy importante para los habitantes de Ubud al que acuden como lugar de esparcimiento, descanso y hasta oración en alguno de sus altares. Conviene fijarse con detalle en las puertas de los diferentes edificios que componen el Puri Saten bellamente adornadas con tallas exquisitas y delicadas.
Cuando ya llegamos hasta el Palacio de Ubud quedaba poco para que el sol se ocultara. Aunque estaba a punto de cerrar entramos al interior para echarlo una ojeada y ya de paso descansar en algunos de sus bancos de piedra. El día había sido emocionante, habíamos recorrido una gran parte de los arrozales de Ubud, ascendido por caminos estrechos que, en ocasiones, se adentraban entre la espesa vegetación y que complicaba un poco la tarea de avanzar por ellos. Pero claro, los aproximadamente quince kilómetros que anduvimos nos comenzaron a pasar factura. Nos habíamos ganado una buena ducha y unos momentos de relax en nuestro alojamiento antes de salir a cenar. Pero antes quisimos pasar por el mercado de Ubud para ver que ofertaban. La verdad que nada que no puedas encontrar en otros lugares del sudeste asiático, es decir, ropa de calidad mediocre tirando a mala y poca artesanía auténtica. Para esto último mucho mejor otros comercios y talleres dedicados específicamente a la artesanía local y que salpican las calles de la población.
Y tras la ducha y el merecido descanso salimos a pasar la velada paseando por las animadas calles de Ubud. Como cualquier enclave de Asia que se precie , incluso en pequeñas poblaciones como Ubud, es imposible librarse de los coches, las motos y los pitos de los claxon. Pero a pesar de ello resulta agradable deambular por las aceras mientras curioseábamos los escaparates de las tiendas. Antes de que se nos hiciera tarde nos metimos en un restaurante que nos dio buen ojo desde que lo vimos.
El Nomad es un precioso restaurante situado en la calle principal de Ubud, en Jl Raya Ubud. Completamente abierto al exterior y con unos camareros súper simpáticos disfrutamos muchísimo de la magnífica cena que nos metimos, y no era para menos después del desgaste físico al que nos sometimos en nuestra exploración de los campos de arroz.
Aquella noche teníamos tanto hambre que nos pedimos dos entradas consistentes en unos sacos de pasta de arroz rellenos de verduras y acompañado de salsa picante en un simpático cuenco de hoja de plátano, y una especie de empanadillas rellenas de carne y verduras absolutamente deliciosas. Y como platos principales para mi unos pinchos satay acompañado de arroz y para Ceci una carne de novilla australiana aderezada y acompañada de verdura salteada, delicioso. Si pasas por Ubud no dejes de visitarlo.
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