En las afueras de Kiev, podemos encontrar un conjunto de monasterios que se consideran los más importantes de todo Ucrania, llamado el Pecherskaya Lavra. Es un lugar de gran fervor y peregrinaje.
Varios de ellos se encuentran ubicados en cuevas, por lo que fueron declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1990.
Antes de entrar pagamos también por la cámara. Los ucranianos son muy religiosos y obligan a las mujeres que se cubran la cabeza con un pañuelo.
Nos deleitamos con la belleza de estos maravillosos monasterios e iglesias de la zona alta.
Se encuentran haciendo misa y cantando, hay tanta gente que siguen la misa desde fuera.
Nos alejamos por un pequeño sendero donde hay diversos puestos de venta de miel y queso.
Lo más destacado es visitar las cuevas o grutas donde se encuentran los monjes momificados de los siglos XII y XIII exhibidos en su propio sarcófago, en medio de la penumbra. El itinerario da respeto pues caminamos alumbrados con pequeñas velas para poder ver el camino a través de túneles subterráneos.
Sólo dejan pasar a los que van a rezar. Uno de los monjes guardianes me dice que también me he de cubrir el pantalón. Vaya pinta que hago, entre el pañuelo, el faldón y la vela en mano, parezco una auténtica devota.
Me paro a rezar por la delicada salud de mi madre. Aunque no sea creyente, creo que la religión está en uno mismo y a veces necesito encontrar la fe en estos lugares tan místicos.
Caminamos por otros recovecos donde están limitados por medio de señalizaciones pues vemos a auténticos fieles rezando pero salimos enseguida para dejarlos en su intimidad.
Saliendo de las cuevas nos dirigimos a otra zona donde hay un hermoso sendero que se une a un túnel de madera y nos lleva a otras iglesias, algunas de ellas permanecen cerradas.
Pasamos por un parque donde hay el Monumento a los Caídos y un obelisco mirando al rio Dniéper, que atraviesa la capital.
Volvemos caminando hacia el metro para dirigirnos al centro. Allí cogemos un funicular antiguo y muy peculiar. En un par de minutos nos lleva hasta el Monasterio de San Miguel, que es el patrón de la ciudad y contiene cúpulas doradas. Pintado de un color azul intenso se diluye con el cielo.
Dicen que "donde fueres haz lo que vieres" así que aprovechamos como hace la gente local y nos sentamos a tomar el sol y a contemplar la belleza de este monasterio.
En su interior hay auténticas maravillas, frescos y reliquias con rebozados en pan de oro, lástima que no dejan fotografiarlo.