Revista Opinión

Ucrania: ¿Guerra Fría?

Publicado el 07 marzo 2014 por Gsnotaftershave @GSnotaftershave

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Manifestaciones en Kíev entre manifestantes contrarios al presidente Yanukóvich y la Policía/ Agencia Inter Press, imagen de Flickr.

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Los sucesos en Ucrania se aceleran de una forma vertiginosa y la multiplicidad de actores aún hace más compleja la situación. Ucrania es el paso de entre Occidente y el gobierno de Moscú, por donde pasa el gas que proviene de Rusia para llegar a Europa.

Justo esta semana, hizo 68 años que Winston Churchill pronunció su discurso del “telón de acero”, que daba inicio a la Guerra Fría y a la división del mundo en dos bloques, el capitalista (los buenos para nosotros) y los comunistas (los malos). A lo largo de cinco décadas, el mundo vivió dividido. Pese que en 1991 cayó el muro de Berlín, lo que escenificó el fin de la Guerra Fría, ahora podemos ver sus secuelas.

En Ucrania, desde que empezaron los disturbios, nos han vendido un discurso en clave de Guerra Fría: los manifestantes, pro europeos, eran los buenos y el gobierno del depuesto Víktor Yanukóvich, aliado de los rusos, los malos. Y si bien Yanukóvich no es un angelito y ordenó tirotear a los manifestantes, resulta que los manifestantes tampoco eran tan buenos y estaban repletos de neonazis, seguidores del partido Svoboda.

El inicio

Todo empezó a finales de noviembre, cuando Yanukóvich decidió no firmar un acuerdo de Asociación con la UE y prefirió ser un aliado de Rusia. El entonces presidente argumentó que no tenía claro que compensaciones recibiría de la UE por la pérdida de las relaciones comerciales con Rusia y que la falta de un mercado interior no podría competir con la entrada de empresas europeas.

La respuesta rusa no se hizo esperar, le rebajó el precio del gas a Ucrania y se comprometió a invertir 15.000 millones de dólares en bonos de deuda ucraniana.

Desde la caída de la URSS,  Europa y Estados Unidos han intentado acercarse a los antiguos aliados de Moscú, que ya vio como se le escapan de la mano los países bálticos o Polonia, que están en la Unión Europea. Y nada más faltaría, cada país es libre de tomar sus propias decisiones.

Sin embargo, el caso de Ucrania es mucho más complejo que el resto, por la fuerte presencia de población de etnia rusa. Aunque el 76% es ucraniano, en sitios como la zona minera de Donetsk, casi el 50% de la población es rusa y en Crimea cerca del 60%. De hecho, la situación en esta península enclavada en el Mar Negro, es mucho más compleja, porque hasta 1959 formaba parte de Rusia, pero ese año, el entonces presidente Nikita Krushev decidió regalársela a Ucrania. En este entonces, ambos países pertenecían a la URSS y, seguramente, el pobre Krushev ni se imaginaba las consecuencias que esto podría acarrear.

Dos potencias, una técnica

La renuncia de firmar un acuerdo con la UE, desencadenó que se iniciaran manifestaciones contra su gobierno y en las que se reclamaba una mayor independencia de Rusia. Al principio, 10.000 personas se concentraron en la Placa Maiden (Independencia), pero cada vez fue a más, cada vez había más gente, cada vez los enfrentamientos entre manifestantes y policías eran más violentos, la represión policial era dura, pero la respuesta de los manifestantes también: construyeron barricadas, quemaron y ocuparon edificios del gobierno. Europa y Washington en seguida se subieron al caballo de la defensa de la democracia y de las manifestaciones.

“Fuck EU (que jodan la UE)”, en medio del caos, esta son las palabras que utilizó Victoria Nuland, secretaria de Estado para Asuntos Europeos de Estados Unidos, para referirse al papel de Bruselas en Ucrania en una conversación con el embajador estadounidense en Kíev, Geoffrey Pyatt. En esa conversación, que fue grabada y filtrada supuestamente por los servicios de inteligencia rusos, ambos hacían un análisis de la situación política del país y opinaban sobre quien debía de substituir a Yanukovich, un presidente elegido en las urnas, en unas elecciones de dudosa transparencia.

Nuland apostaba que la mejor persona para manejar el timón era Arseny Yatsenyuk. Eso fue a principios de febrero, a finales de mes, Yatsenyuk asumía el cargo de primer ministro interino, hasta las elecciones del 25 de mayo, mientras que Yanukóvich  huía hacia Rusia.

Europa y Estados Unidos aplaudieron la creación del nuevo gobierno y Washington anunció que entregará 1.000 millones a Kíev para salir de la crisis, mientras que la Comisión Europea propuso una ayuda para Ucrania de  11.000 millones. Sin embargo, el presidente ruso, Vladimir Putin considera que esto ha sido un golpe de estado.

Por su parte, Putin no utiliza tácticas muy diferentes a la de sus contrincantes. En Crimea y Donetsk empezaron a ver manifestaciones contra el gobierno de Kíev, en ambos casos, respaldadas por Moscú. En ambos sitios, se han ocupado las sedes de gobierno, pero en Crimea se ha dado un paso más. Hombres armados, sin identificar, para algunos soldados rusos, para otros grupos paramilitares prorusos, pero de Crimea, se han apoderado de las bases militares ucranianas y han tomado el control de la península.

Además, en Crimea, como en Kíev, se ha compuesto un gobierno nuevo, en este caso, contrario al nuevo régimen ucraniano y de tendencia prorusa. Y, que sorpresa, ha convocado a la gente a las urnas. En este caso, por eso a un referéndum que se celebrará el próximo 16 de marzo y que tiene dos preguntas: seguir siendo parte de Ucrania, pero con mayor independencia o adherirse a Rusia.

Kiev, Washington y Bruselas denuncian que el nuevo gobierno de Crimea es ilegal y que el referéndum es inconstitucional.  No deja de ser gracioso que el gobierno de Kiev,  surgido tras las protestas y que ha convocado elecciones, ahora no quiera reconocer otro gobierno surgido de las protestas y que convoca un referéndum. Tampoco deja de ser gracioso que Europa y Estados Unidos, que reconocieron rápidamente el gobierno de Kíev y aceptaron las elecciones, ahora no quieran reconocer al gobierno de Crimea ni su referéndum. Dicen que detrás de él está Putin y, seguramente no les falta razón.

No es menos gracioso que Rusia no reconozca el gobierno de Kíev ni las elecciones que se celebraran en Ucrania, según él bajo la presencia de militares, cuando Crimea hará un referéndum bajo la ocupación de grupos armados. Putin cree que detrás de lo sucedido en Kíev, está Estados Unidos y Bruselas, seguramente tendrá razón.

Incremento de la tensión

La diplomacia occidental se ha dispuesta a aislar Rusia. Los países más industrializados han dicho que no asistirán a la Cumbre del G-8, que se iba a celebrar en ese país, la UE ha suspendido el acuerdo comercial que tenia con Moscú y la OTAN las actividades y reuniones que tenían conjuntas. De rebote, se ha cobrado otra víctima, Estados Unidos y Rusia, a través de un acuerdo de la OTAN, tenían que supervisar el desarme químico de Siria, pero esto ha quedado en el aire.

Obama ha anunciado que restringirá el visado a rusos y ucranianos que hayan forzado la situación de Crimea, la UE ha congelados los activos de Yanukóvich por malversación de fondos, mientras que Ginebra abrió un proceso penal contra el ex presidente y su hijo por blanqueo de dinero, en un país donde todo el mundo blanquea dinero. Mientras que Putin ha dicho que si abren sanciones contra Rusia, dejará caer la economía mundial.

Y si Rusia ha mandado tropas a su frontera, Obama ha enviado aviones a Polonia y a los países bálticos.

Rusia, por eso, tiene dos puntos a su favor, magnantes rusos repartidos por Europa y la llave del gas, un recurso que sale de este país, pasa por Ucrania y surte a los países del este europeo.

Ahora estamos en el terreno de la diplomacia, pero en una diplomacia dura, de conflicto. Las secuelas de la Guerra Fría han vuelto y parece que la división del mundo entre buenos y malos también. De hecho, tal vez, el panorama no ha cambiado tanto, Estados Unidos y Rusia toman las riendas de la política internacional, mientras Europa no sabe hacia dónde bailar, porque le cuesta encontrar una postura común.

Ahora te toca a ti decidir en qué bando estas. ¿Yo? En el de la población civil, las verdaderas víctimas y de las que nadie habla.


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