Revista Economía

Ucrania-Rusia: entre el corazón y el cerebro

Publicado el 29 junio 2022 por Pacolopez

...pero al final se ha de imponer el cerebro. Espero.

Leo en el diario Expansión que una tregua en la guerra Rusia-Ucrania disparará la bolsa un 23%, según JP Morgan. Y que esperan que eso ocurra antes de final de año.

...Y no digamos si se llega a un acuerdo de paz definitivo a través de una solución diplomática.

Ahora mismo parece imposible, y más si escuchamos los mensajes de la cumbre de la OTAN que ahora mismo se desarrolla en Madrid.

Es obvio que los países involucrados en el conflicto (que no son solo Rusia y Ucrania) estamos ante un dilema: ¿abordamos la solución desde una postura racional o lo hacemos desde una aproximación emocional (cerebro o corazón)?

Si lo hacemos racionalmente, la guerra debería acabar ya, porque todo el mundo está afectado negativamente. Incluso aquellos que coyunturalmente se benefician, como los países productores de petroleo o gas. Lo lógico sería que se negociara una paz asentada en concesiones por ambas partes, y que se iniciara un camino de reflexión y de reconciliación, aunque esta se vislumbrara complicada y a largo plazo. No tiene sentido un mundo enfrentado, si pensamos racionalmente. Los problemas del mundo ya son suficientemente importantes como para no abordarlos juntos. Se trataría de regresar a una senda que se abandonado, y aún no sabemos muy bien (al menos los ciudadanos de a pie) por qué ha ocurrido.

Si mantenemos la posición emocional actual, comprensible en las partes y en especial en la invadida Ucrania, seguiremos apostando por el enfrentamiento, sin concesiones. Una parte, Rusia, empeñada en doblegar a Ucrania y en enseñar los dientes a Occidente, para demostrar que su papel en el mundo sigue siendo importante, y que la Rusia imperial sigue estando ahí. Y la otra, Ucrania, lógicamente herida y humillada por el Oso ruso, que la trata sin respeto alguno y la desprecia como país, como el padre o el hermano que abusa del más débil. Esta es la apuesta de la OTAN también, que es, lo quiera o no, una parte en este enfrentamiento. Y la apuesta está comandada por los Estados Unidos (que están a salvo en otro continente, y tienen su propia agenda), con Europa siguiéndola dividida entre los países que sienten el zarpazo del Oso más cercano (los países del Este, parte de la antigua URSS) y aquellos que son más contemporizadores (liderados por Francia y Alemania, y donde se incluye España), que ven que la guerra no lleva a ninguna parte y sus economías se ven muy negativamente afectadas.

El ciudadano europeo, en general, se siente víctima indirecta en medio de una guerra entre dos colosos nucleares: Rusia y los EEUU. Y no digamos el ciudadano ucraniano. Todos reconocemos que es una guerra entre la democracia y el totalitarismo, pero nadie cree que en realidad su final vaya a cambiar a Rusia o a China de hoy para mañana. Y por desgracia las dudas sobre la calidad de todas las democracias, entre ellas la norteamericana, que ha sido el modelo a seguir hasta ahora, son amplias en amplias capas de la población.

Pero la pregunta práctica sería ¿esta posición emocional, a donde nos lleva? E incluso una lógica solución diplomática, ¿a donde nos lleva?

El pacto conduce a una recuperación de la normalidad (algunos dirían una "nueva normalidad"), pero también a una cierta aceptación implícita de la agresión. Y eso sería grave. En especial porque podría dar cobertura a la invasión de Taiwan por parte de China (yo creo que es por eso que China se mantiene como observadora de este conflicto, sacando enseñanzas). Y la invasión de Taiwan daría lugar a una Tercera Guerra Mundial, sin lugar a dudas. Sería realmente la mayor catástrofe del siglo, de consecuencias totalmente imprevisibles mediando las dos mayores potencias militares y nucleares del planeta: China y EEUU. El pacto puede también justificar la política de expansión imperialista de Rusia y de China, que reclaman compartir el papel imperialista con el único imperio actual: el yanqui.

Es evidente, de nuevo, el papel de comparsas de las naciones de la Unión Europea, y no digamos del resto del mundo. Eso sí, comparsas obligados por los contendientes a alinearnos en un bando u otro. Una elección incómoda pero inevitable.

La prolongación del enfrentamiento conduce, es obvio y no podemos olvidarlo, a una extensión de la pérdida de vidas humanas y del entorno de incertidumbre económica mundial que nos está conduciendo irremisiblemente (si no paramos esto) a una recesión mundial.

Y lo pero de todo es que todos sabemos que esta guerra no acabará en una victoria total de ninguno de los dos bandos, por mucho que ambos lo pretendan. Al final habrá que pactar un acuerdo, que sin duda pasará por que se combine la razón con los sentimientos, y Ucrania acepte ceder a Rusia la parte de su territorio conquistada por Rusia (como hizo ya de facto con Crimea) y Rusia acepte que acto seguido se integre en la OTAN y en el proceso de integración en la UE, y asuma que su expansión territorial se acaba aquí.

Confiemos en que se imponga la racionalidad, el sentido común, y pronto recobremos la normalidad. El mundo necesita centrarse en sus dos grandes retos (asumiendo que la Covid19 ya esté superada):

  1. La superación o al menos reducción de los efectos de la crisis climática, que requiere llevar a cabo una transición ecológica rápida y ordenada, lo cual no es nada fácil.

  2. La gestión de la crisis migratoria, que no es más que una derivada de la falta de equilibrio poblacional y de reparto de la riqueza a nivel mundial, y que afecta a los cuatro grandes continentes (América, Europa, África y Asia).

Los políticos han de acabar con esta guerra cuanto antes y así poder centrarse en lo problemas que importan. Nos jugamos el futuro de nuestros nietos.


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