Ayer salí de Mumbai sin dirección concreta, y ahí es donde te das cuenta que las cosas salen aunque tengas que sufrir un poco antes de conseguirlas.
Al llegar a la estación de tren convencido de que encontraría algún billete a alguna parte, me sorprendo al saber que todo esta reservado, en cualquier dirección y cualquier categoría.
Fallo de principiante dejarlo todo para el último momento. Aprendido.
Pero siempre encuentras a alguien que te saca del apuro y en mi caso fue un chaval inglés que iba en autobús a Udaipur.
Así que invertí mis energías en encontrar un bus con plazas para subir al Rajastán y cuando estaba a punto de desistir se me ofreció una plaza sentado en un bus de 17 horas. Sin dudarlo, acepté!
Parada técnica del autobús, banios de chicos y chicas
Y me encuentro en Udaipur, ciudad que de primeras no dice mucho pero poco a poco paseando y perdiéndose por sus calles descubres a una gente distinta a la de la gran ciudad, tranquila, que te invita a comer y a su casa sin problemas.
Comida callejera con muy con un grado muy muy bajo de salubridad, pero que en esencia está riquísima, aunque aun, un poco picante para lo que mi paladar tolera.
Y sobre todo, Udaipur tiene unas terrazas que te permiten ver la ciudad en su máximo esplendor. Donde ver un atardecer, mientras te tomas un té, es una delicia.
En cuanto a la parte histórica, tiene un fuerte imponente, casi asusta el mirarlo y ver su grandeza. Te sientes forzosamente pequeño al estar junto a él. Yo no soy de templos y palacios pero hay construcciones que sobrepasan cualquier entendimiento y que ninguna foto puede mostrar su grandeza a no ser que estés ahí para verlo. Y aun así, es una pequeña ciudad tranquila, custodiada por el fuerte y por montañas alrededor.
iUn sitio donde no te importaría quedarte y ver el tiempo pasar desde una de sus magníficas terrazas. Esta ciudad atrapa.