Los días 22 y 23 de junio tendrá lugar en Uganda una cumbre sobre Refugiados en la que participan gobiernos y entidades internacionales con el objetivo de recaudar fondos para reforzará los programas de respuesta a la crisis que afrontan los refugiados en Uganda. Este país, de 34 millones de habitantes, alberga actualmente a más de 950.000 refugiados y recibe unas 2.000 personas más cada día, la gran mayoría de ellas procedentes de Sudán del Sur.
Solo en el último año, Uganda ha acogido 700.000 refugiados, justo el doble de personas que llegaron a Europa jugándose la vida en el mar en 2016. Y Uganda, al contrario que nosotros en Europa, sí ha intentado ofrecer una vida digna a los sursudaneses que llegan al país. Sin embargo, la comunidad internacional ha aportado sólo un 17% de lo que solicitó Naciones Unidas para dar apoyo a todas estas personas.
Con estos datos, provocados por la continuada crisis social, económica y política en Sudán del Sur, Uganda se ha convertido ya en el país africano que más refugiados recibe, y a nivel mundial se encuentra sólo por detrás de Siria y Pakistán.
Cada semana, miles de sursudaneses cruzan la frontera con Uganda huyendo del conflicto en su país. Al llegar, improvisan refugios debajo de los árboles, con unas lonas y poco más. La salud general es buena, pero les falta de todo y la situación se complica. Apenas hay agua potable y tampoco medicamentos.
Violencia sexual contra los refugiados
En esta complicada situación, Médicos sin Fronteras, que trabaja de forma continuada en Uganda, ha comenzado a reportar casos de violencia sexual contra las personas refugiadas. Según los datos que la organización tiene hasta ahora: "el 33% de los pacientes experimentó violencia sexual en Sudán del Sur, el 23% durante su viaje a Uganda, el 19% en la zona fronteriza y el 18% en el asentamiento o en el centro de recepción de refugiados". Es decir, que la vulnerabilidad es constante en todas las etapas del 'viaje'. De momento, MSF ha documentado a 49 pacientes, la mayoría de ellas mujeres, 20 de ellos menores de 18 años. "El paciente más joven que atendimos fue un niño de 5 años que fue violado y agredido físicamente en varias ocasiones en Sudán del Sur".
Todo esto conlleva numerosos desafíos, como que los pacientes sean tratados en las primeras horas tras la agresión para prevenir el VIH y los embarazos no deseados (cuando las agresiones fueron en origen esto es ya imposible); que se realice un constante seguimiento de los pacientes (muchas veces cambian de lugar dentro del propio campamento) y que se ofrezcan servicios de apoyo suficiente para los supervivientes de la violencia sexual y de género, cosa que claramente no sucede.
"Muchos de los refugiados de Sudán del Sur han sufrido graves niveles de violencia, incluyendo violencia sexual. Han sido violados o agredidos sexualmente y muchos de ellos han visto cómo sus familiares corrían la misma suerte o cómo eran asesinados. Algunas personas han sido violadas repetidas veces. Es muy importante para ellos recibir primeros auxilios y tratamiento psicológico lo más pronto posible, pero para muchos de los supervivientes no es fácil hablar de lo que les ha pasado. Muchos están traumatizados y asustados. En Impevi abrimos el pasado mes de mayo una clínica de atención a víctimas de violencia sexual para asegurar un espacio seguro y neutral donde los supervivientes de este tipo de violencia puedan acceder a atención médica y psicológica a tiempo. Antes de que MSF comenzara sus actividades, cada vez que un superviviente acudía en busca de ayuda médica su caso era primero denunciado a la policía, lo que en la práctica suponía que tuviera que pasar por un largo e incómodo proceso antes de poder recibir apoyo y atención. En MSF no denunciamos los casos a la policía a menos que nuestros pacientes quieran hacerlo. Nuestra prioridad pasa por ofrecer tratamiento a las víctimas antes de que sea demasiado tarde".