
El mercader, de Coia Valls, nos traslada a la Barcelona del siglo XIV de la mano de Jaume Miravall, el protagonista de una historia trepidante, llena de aventuras y viajes exóticos en la que compartiremos su lucha y la de su familia, a lo largo de más de treinta años, por progresar y salir adelante en un momento en el que Barcelona era tierra de oportunidades, pero también una ciudad dura, donde la traición, la enfermedad y la muerte eran enemigos cotidianos a los que enfrentarse.
Una novela entretenida y amena que se lee con gusto y mantiene el interés hasta el final, con ese trasfondo histórico que tanto nos gusta a muchos.

La herencia de Jerusalén, de Josep Capsir, también tiene una base histórica; en este caso, ¡con la Iglesia hemos topado!, con un incunable que llevará a los protagonistas a una compleja investigación y con el interés de algunos porque no salgan a la luz ciertos aspectos de la vida de Jesucristo que se han ocultado con celo durante siglos.
Todos estos ingredientes nos garantizan horas de entretenimiento y nos harán cuestionarnos algunos aspectos de "la historia oficial".

Una novela no recomendable para todos los públicos, me atrevería a decir, pero que me entretuvo, me divirtió y me dejó un buen recuerdo.

Y terminamos con una obra muy distinta que tuve el honor de presentar en la Librería Alibrí de Barcelona: La última mujer, de Ana Solari y Jordi Buch. Una historia intimista que se desarrolla a finales de los años cincuenta entre Barcelona y la Toscana. Amores y desengaños en un relato onírico y lleno de melancolía en los evocadores escenarios de una pequeña ciudad italiana, Lucca, donde el frío y la lluvia son también protagonistas necesarios.