El mes de agosto, este mes fantasma y extraño para los que no nos vamos de vacaciones, en el que todo está parado, los amigos se ausentan, el ritmo de las ciudades se relentiza (aunque cada año menos, con esto de la crisis...), a falta de algo mejor que hacer, salvo alguna escapadilla a la montaña, ir a la playa y a algún concierto, he adelantado muchas lecturas.
Me he metido p'al cuerpo tres manuscritos por motivos de trabajo y otros tres libros por apetencia personal.
De los manuscritos, como es lógico, no puedo hablar aquí.
En cuanto a los libros, he releído, como ya os comenté, Confieso que he vivido, de Pablo Neruda, que cuando lo leí de jovencita me encantó, pero ahora no me ha gustado tanto. Entonces creo que me entusiasmó por todos los viajes que narra, por la vida misma de escritor, que me parecía fascinante; pero al releerlo ahora (aparte que he desarrollado un terrible sentido crítico) me ha parecido un compendio de anécdotas y mucho autobombo disfrazado de humildad.
Me quedo con sus poemas.
En cambio, El arte de la ficción, de John Gardner, ha sido una lectura muy interesante a la que le dedicaré un post otro día porque puede ser muy útil para los escritores, a los que ya, de paso, os recomiendo que la leáis.
También he leído, Sicilia, de Ismael Grasa. Es un sencillo diario de viaje, escueto, telegráfico, pero me ha resultado ameno porque he podido recordar los lugares que conozco de la isla e ir haciéndome una idea de los visitaré en apenas dos semanas.
Porque sí, queridos y queridas. Ahora me toca a mi irme de vacaciones y el día 13 salgo para Sicilia a visitar al hijo pródigo y aventurero que me ha tocado en suerte. Pero de eso ya hablaremos otro día.
Bienvenidos y resignación, que solo faltan 12 meses para las vacaciones, jeje...