Ultimátum de ETA

La banda publica un comunicado en el que exige a España y Francia que inicien, «sin más demora», negociaciones con ellos. Amenaza con que, en caso contrario, se «alargará el sufrimiento» y se pueden generar «situaciones de bloqueo perjudiciales». Todo ello con relación al mal llamado conflicto vasco, cuya traducción bien podría ser la lucha de las nucas contra las pistolas. La mal llamada izquierda, abertzale o como quiera apellidarse, está en el polo opuesto a la democracia y a la participación precisamente en razón de su intolerancia. La disidencia en el pensamiento supone la presumible aniquilación desde que se tolera la violencia como herramienta política, punto a partir del cual, todo es un despropósito. En Euskadi reina la dictadura del miedo, miedo a no ser lo suficientemente separatista, independentista, abertzale o como quiera que se le llame; la única justificación a que tres amigos sigan jugando al día siguiente de haber sido asesinado su compañero de mesa, la partida habitual, solo se explica desde la presión ejercida por un entorno hostil a todo lo que no sea ser mejor, que no diferente. Sabino Arana fue un nazi vasco, pero nazi, al fin y al cabo, y el PNV consiente en sostenerlo como ideólogo de la formación. No sorprende que Arzallus defendiese recoger las nueces mientras otros agitan el árbol. Lo malo es que el meneo lleva mil muertos a sus espaldas y la presión de la banda se hace siempre con muertos encima de la mesa, y eso, no parece una forma de negociar en un mundo libre de opiniones e ideas.