Las ultraderechas están adoptándose al nuevo mundo cambiante, flexible, líquido, que diría Zygmunt Bauman, de manera que el posible líder del Tea Party estadounidense podría ser un negro, Ben Carson, y el Front National francés (FN) quiere atenuar el racismo de su fundador para acoger a personas de cualquier origen étnico que adopten su nacionalismo.
Una de las noticias más relevantes de los últimos días sobre la educación francesa fue que una chica de 18 años de familia marroquí, Myriam Bourhail, había resultado la número uno en la dura selectividad del país.
Enseguida el ultraderechista FN anunció que su partido deseaba integrar a personas como ella, cuyos padres han roto con el encierro tradicional de la inmigración norteafricana en sus propios guetos para integrarse en la sociedad mayoritaria.
La líder del partido, Marine Le Pen, está empeñada en que se olvide el racismo y especialmente el antijudaísmo del fundador, su padre Jean-Marie.
El nuevo FN querría ser ese magma líquido de Bauman capaz de integrar lo que le rodea si mantiene una forma común, que sería el nacionalismo exclusivista francés.
Lo mismo está ocurriendo con los numerosos negros norteamericanos que se adhieren al Tea Party, lo que sería el FN dentro de un Partido Republicano, que recuerda su origen antiesclavista, con Abraham Lincoln, mientras que el Demócrata, ahora de Barack Obama, era esclavista.
De ahí que el neurocirujano negro Ben Carson, activísimo miembro del Tea Party, pudiera competir próximamente por el liderazgo de esa ala republicana, también con un hispano, contra blancos menos nacionalistas, más cosmopolitas.
Las nuevas políticas líquidas de las ultraderechas francesa y estadounidense son exactamente iguales a las de los nacionalismos catalán, vasco y gallego, fenómeno que deberíamos estudiar como el bosque detrás de su palabrería que nos tapa que son esa ultraderecha española que creemos que no existe.
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SALAS