En el centro y el norte de Europa renacen con fuerza los partidos políticos que llamamos ultraderechistas, pero que inicialmente no son nazis ni fascistas, sino que atraen la fatiga de los nacionales por tener que ayudar a otras países o a grupos sociales que, según creen, no lo merecen.
Es el caso del apabullante crecimiento del partido Auténticos Finlandeses (AF), que se ha convertido en la tercera fuerza del país, con 39 de los 200 escaños parlamentarios y un crecimiento de votos del cuatro a casi el veinte por ciento.
Y eso ocurre en un lugar frío e inhóspito con 5,3 millones de habitantes, una de las mayores rentas y el mejor sistema de educación pública del mundo.
AF se opone a rescatar con fondos de sus contribuyentes a los países de la UE que puedan caer en la bancarrota, tras Portugal, quizás España e Italia.
Afirma que un finlandés no tiene por qué pagar la corrupción institucional de los llamados países PIGS (cerdos, en inglés), Portugal, Irlanda-Italia, Grecia y Spain.
Otra exigencia es que no siga dándosele a numerosos inmigrantes las ayudas sociales destinadas solamente a desfavorecidos.
Aunque no llegan al cuatro por ciento de la población, hay numerosas quejas de poligamia, de un gran número que no trabaja y vive de múltiples ayudas, es homófoba, brutalmente misógina y frecuentemente violenta.
Es la percepción general que ha aprovechado AF, como hacen también otros partidos democráticos tradicionales que se acercan a sus planteamientos.
Lo mismo escribió un líder socialdemócrata alemán, Theo Sarrazin, en su libro “Alemania se desintegra”. Lo siguieron otros izquierdistas ajenos, de momento, al ultraderechismo clásico.
Del socialismo surgió el Fascismo italiano. Algo pasa en Europa, donde las izquierdas históricas agonizan, e incluso se arriman, con las derechas, a pensamientos así.
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SALAS. El cronista interpreta en estos trabajos de distintos momentos que como conseecuencia de las dos primeras tiras, viene la tercera, en la que triunfan partidos no tradicionales que llamamos de extrema derecha.
Pero que quizás sean los de gente harta de pagar frivolidades. La extrema derecha se define casi exclusivamente, primero y ante todo, por su antijudaísmo.