Estamos viviendo en un mundo de continuas poses sacralizadas y llevadas a los altares del “políticamente correcto” con el que ya se bautiza al buen ciudadano de libro oficial pasado por la notaría.
Todo lo programado conlleva un mucho de frialdad y de ser procesado pasando por el cerebro y no directamente besado por el corazón.Ahora se nos dice, se nos ruega, que de saludar lo hagamos chocando codos. No encontraría nada más forzado y antiestético formalmente, salvo el consabido “No eres tú, soy yo” que acompaña muchas veces al previo “Tenemos que hablar” que servirá de prólogo a una ruptura preparada y cocinada por tu ya “virtual” expareja.No hay nada mejor, ni más intimo en público, que un abrazo. Eso sí que ahorra mil palabras, y no una fotografía que el tiempo, como mínimo, amarillará. Los abrazos siempre cuelgan del corazón y del con-sentimiento. Sin olvidar que nunca se dice tanto sin hablar, aunque sea detrás de un frío plástico.Al final, después de todo, y como epílogo a esta pandemia, en el mejor de los casos, que nunca se nos olviden los abrazos que vimos e incluso vestimos con nuestra piel.*FOTO: DE LA RED