Regreso a casa como cada noche y observo sorprendido que alguien espera al otro lado de la calle, alguien que me mira fijamente. ¡Pijo, …en Dios! –mastico sobresaltado–. El me mira y yo le miro, y por alguna extraña razón, me resulta del todo imposible apartar la mirada. Su estatismo me traspasa; hace que en mi cabeza se disparen todas las alarmas. Sin embargo, sigo inmóvil como un pedrusco, paralizado. Debería correr y ponerme a salvo –no dejo de repetirme–, pero mi cuerpo no obedece y mis pies, pesados como el plomo, se adhieren incomprensiblemente al asfalto. ¡No puedo moverme! Comprendo que es imposible escapar, algo extraño me retiene. Reparo de nuevo en mi adusto invitado y el tipo, no se ha movido un milímetro. “El pasado siempre vuelve” – evoco resignado–, y sé que, de forma inminente, algo va a ocurrir; se precipitara sobre mí y me descerrajara dos tirosIpso facto o, me hundirá repetidas veces su navaja. ¡Ahí viene, Dios!
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Regreso a casa como cada noche y observo sorprendido que alguien espera al otro lado de la calle, alguien que me mira fijamente. ¡Pijo, …en Dios! –mastico sobresaltado–. El me mira y yo le miro, y por alguna extraña razón, me resulta del todo imposible apartar la mirada. Su estatismo me traspasa; hace que en mi cabeza se disparen todas las alarmas. Sin embargo, sigo inmóvil como un pedrusco, paralizado. Debería correr y ponerme a salvo –no dejo de repetirme–, pero mi cuerpo no obedece y mis pies, pesados como el plomo, se adhieren incomprensiblemente al asfalto. ¡No puedo moverme! Comprendo que es imposible escapar, algo extraño me retiene. Reparo de nuevo en mi adusto invitado y el tipo, no se ha movido un milímetro. “El pasado siempre vuelve” – evoco resignado–, y sé que, de forma inminente, algo va a ocurrir; se precipitara sobre mí y me descerrajara dos tirosIpso facto o, me hundirá repetidas veces su navaja. ¡Ahí viene, Dios!
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