Se ha dicho siempre, y no sin razón, que «Meus hostilis hostilis est meus amicus»; el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Es una regla sencilla para establecer alianzas, especialmente conveniente para sociedades tribales bárbaras o movimientos tribales actuales en política: dejemos el cainismo y el odio mutuo para después, y forjemos una alianza contra un enemigo común. Por ejemplo, en España existe una unión estratégica entre el fascismo regionalista y el socialismo globalista; o en Venezuela vemos como los partidos que antes de la hecatombe eran antagónicos en la política de esa nación, tuvieron que aliarse y olvidar su pasado ante la amenaza mayor del régimen bolivariano y la estrategia del eje chino-ruso-iraní. Por esta razón, hay gente que se pregunta por qué Vox no se junta con la extrema derecha pro-española; o al menos trata de llevarse sus votantes moderando su programa liberal. Ya que al fin y al cabo nos une la preocupación por la supervivencia de España como sociedad libre y civilizada…
La razón de esta separación consciente de Vox con la extrema derecha se debe a que, las formaciones que establecen una alianza, están destinadas a compartir estatus quo e igual capacidad de construir el Relato, en caso de conseguir los objetivos políticos. Esto no es problema cuando todos somos indios; el socialismo de Podemos o Psoe puede aliarse con el fascismo de Bildu o ERC porque comparten una misma cosmovisión totalitaria, maniquea y colectivista de lo que es una sociedad humana. Los matices pueden dejarse para después.
En cambio Vox ocupa un nicho en el que, por desgracia y de momento, sólo está Vox: el de la defensa de la Unidad de España, el Estado de Derecho y los valores europeos de libertad e igualdad. La extrema derecha española, en la que hay muy buenas personas como también las hay en la extrema izquierda (sobre todo en la militancia de base) se sitúa sin embargo totalmente fuera de ese nicho al aceptar el relato colectivista y maniqueo de la izquierda.
El fascismo es una rama ecologista y nacional del socialismo, enfrentada tanto al capitalismo salvaje como al socialismo preponderante (masón y globalista). Como dijo Mussolini, fundador del fascismo, en abril de 1945:
“Nuestros programas son definitivamente iguales a nuestras ideas revolucionarias y ellas pertenecen a lo que en régimen democrático se llama “izquierda”; nuestras instituciones son un resultado directo de nuestros programas y nuestro ideal es el Estado de Trabajo. En este caso no puede haber duda: nosotros somos la clase trabajadora en lucha por la vida y la muerte, contra el capitalismo. Somos los revolucionarios en busca de un nuevo orden. Si esto es así, invocar ayuda de la burguesía agitando el peligro rojo es un absurdo. El espantapájaros auténtico, el verdadero peligro, la amenaza contra la que se lucha sin parar, viene de la derecha. No nos interesa en nada tener a la burguesía capitalista como aliada contra la amenaza del peligro rojo, incluso en el mejor de los casos ésta sería una aliada infiel, que está tratando de hacer que nosotros sirvamos a sus fines, como lo ha hecho más de una vez con cierto éxito. Ahorraré palabras ya que es totalmente superfluo. De hecho, es perjudicial, porque nos hace confundir los tipos de auténticos revolucionarios de cualquier tonalidad, con el hombre de reacción que a veces utiliza nuestro mismo idioma”.
Los separatistas euskaldunes, catalanistas o los palestinos árabes contaron en su momento con el apoyo del régimen nazi, más próximo a sus planteamientos; en la segunda mitad del siglo XX el socialismo globalista se hizo étnico para poder atraerlos a su causa.
Es decir, el fascismo (Partido Nacionalista Vasco, Bildu, PdCat, España 2000, Democracia Nacional…) defiende la conservación de un legado del pasado (natural, demográfico, lingüístico y cultural) frente a la centrifugadora del socialismo multicultural al servicio de los poderes globalistas; pero comparte todo lo demás con sus hermanos de universo simbólico, a saber:
El valor del Colectivo sobre el Individuo; del Mito sobre la Razón; el uso de la violencia con fines políticos; la homogeneización social; y la demonización del capitalismo, la democracia liberal y los judíos.
Vox en cambio, se sitúa tan lejos de la masa con el brazo en alto y la mano abierta, como de la masa con el brazo el alto y el puño cerrado. Se localiza en la idea de que una sociedad vale tanto como sus ciudadanos, los verdaderos sujetos de valor. Vox defiende España no como «Pueblo», sino como proyecto de millones de personas, cada una con su nombre y apellidos, y méritos y deméritos personales. Vox es patriótico pero no nacionalista; porque no es colectivista. Tampoco demoniza a los judíos, gentes tan españolas y civilizadas como las que más; que ya había sinagogas en España en tiempos de Jesús, y mucho en la cultura española viene de los judíos, y mucho en la cultura judía de España; como la Cábala. Vox defiende la Constitución (aunque haya que reformarla), la democracia y el derecho; que si flojean o no bastan con más razón requieren nuestra defensa y nuestra consideración. En Vox no pensamos que la democracia y las leyes liberales sean obstáculo a la vida y la paz; sabemos, como la extrema izquierda y la extrema derecha, que son usadas para destruir la Civilización. Sin embargo, no por eso queremos erradicarlas: como no se tala un bosque porque sufra ataques incendiarios.
Respeto a las personas educadas y respetables que, desde la extrema izquierda y derecha, rechazan el proyecto de Vox por considerarlo insuficiente o excesivo, pero manifiestan su desacuerdo o desafección de forma civilizada. Sin embargo, tengo que explicarles que en Vox sólo buscamos la coherencia; y contribuir no sólo políticamente, sino ideológicamente, a comprender los problemas gravísimos de España, Europa y el Mundo actuales sin hacer concesiones al totalitarismo, el tribalismo o el globalismo. En la Segunda Guerra Mundial se ganó a los nazis; pero se blanqueo a Stalin, a Mao y a los marxistas culturales. El Totalitarismo por tanto no sólo sobrevivió a la guerra, sino que salió muy fortalecido con ésta; por eso es importante que Vox promueva un discurso que no salve esta vez de la quema a ninguna de las cabezas de la Hidra colectivista, se envuelva o no en la bandera rojigualda. En eso estamos. Nec odio nec timore, y salud para todos.