@Detroit Pistons@
Mediante este artículo quiero analizar la situación por la que actualmente pasan los Detroit Pistons, un equipo al que le tengo un gran aprecio y del que siento orgullosamente sus colores, no tanto cómo el verde de Boston pero si que a un nivel que me ha hecho quedarme levantado muchas noches para ver sus partidos y celebrar hechos cómo la vuelta a lo más alto en el 2004 ( en una serie decidida contra todo pronóstico por 4-1 contra los por entonces todopoderosos Ángeles Lakers que venían de cosechar tres títulos seguidos) o por ejemplo para ver durante 4 años más cómo el equipo siempre aspiraba a lo más alto pero nunca lograba culminar bien la temporada, quedándose los tres últimos años, 2006, 2007, 2008 a las puertas de las Finales.
Aquel quinteto dirigido por Larry Brown, actual entrenador de los Charlotte Bobcats, me hizo apoyarme en otro equipo que no fueran los Boston Celtics, por aquel entonces en total decadencia y con un Paul Pierce demasiado sólo. Ben Wallace, Rasheed, Tay Prince, Rip Hamilton y Chauncey Billups y con gente cómo Corliss Williamson, Mehmet Okur o Lindsey Hunter por la banca hicieron mella en mis preferencias, causando incluso dejar de lado un poco la aficción que tuve siempre por la mítica franquicia de Massachusetts.
Año a año parecía que los Pistons lograrían el anillo, tan sólo era cuestión de confianza y buen hacer en los despachos con algún refuerzo puntual para la segunda unidad, pero eso nunca llegó, así pues en el 2005 y 2006 caímos derrotados dolorosamente con un plantilla que me atrevería a decir, poseía el mejor quinteto de la liga.
Fin de ciclo es una expresión puesta de moda en la sociedad actual, reflejo de un mundo que devora el hoy a la velocidad de la luz y olvida rápido el ayer. Al otro lado del Atlántico ni siquiera da tiempo a digerir un fin de ciclo cuando se trata de deporte. Allí incorporan inmediatamente el término reconstrucción. En la NBA van más allá y existe una transición asimilada, un cambio tranquilo en el que un equipo vencedor pasa a la mediocridad sin hacer ruido, de la noche a la mañana, replegando sus gloriosos recuerdos en banderines que cuelgan del techo de un pabellón. En esa fase se encuentra exactamente los Detroit Pistons.
Corren malos tiempos en la Motown, en la ciudad del motor, en el corazón de Michigan. Los Pistons encaran un futuro incierto tras una década dorada, brillante y coronada con un anillo en 2004, el tercero de la franquicia tras los dos aportados por los ilustres Bad Boys a finales de los 80. Esta temporada ha quedado desalmado el equipo más sólido de la Conferencia Este en los últimos diez años.
Boston Celtics puso fin a las últimas esperanzas en Detroit tras caer derrotados en Finales de Conferencia en el 2008.
Como suele ocurrir en la NBA fue un proceso de desmantelación que se inició con el traspaso de Chauncey Billups en noviembre de 2008 con el objetivo de acaparar la mayor masa salarial posible de cara a este verano pasado, cuando Dumars realizó uno de sus pocos movimientos en falso, fichar a Gordon y Villanueva, dos hombres que no valen para soportar el peso de la reconstrucción de un equipo tal cómo los Pistons.
Los Pistons del nuevo milenio serán recordados por la hegemonía que impusieron en la costa Este cuando acapararon las finales de conferencia durante seis temporadas consecutivas desde 2003 hasta 2008. El Palace de Auburn Hills, se quedó pequeño para presenciar la supremacía del equipo tricolor, presenciando lleno absoluto durante varias temporadas y continuando aún a día de hoy siendo una de las canchas más visitadas.
Larry Brown conjuntó un quinteto que todo el mundo recitaba de memoria: Chancey Billups, de base; Rip Hamilton, de escolta; Tay Prince, de alero; Rasheed Wallace, de cuatro y Big Ben Wallace, de cinco.
El súmmun de los Pistons tocó techo en las Finales de 2004 contra todo pronóstico, contra todo análisis y contra los Lakers de Kobe Bryant, Shaquille O'Neal, Karl Malone y Gary Payton la NBA sucumbió al asombro de una versión 2.0 de los Bad Boys. Evidentemente los Isiah Thomas, Joe Dumars y Bill Laimbeer son irrepetibles e incomparables, pero aquellos Pistons de 2004 llevaban su mismo sello, su misma alma que impregnó a toda la Motown.
En 2005 los Pistons llegaron a aportar a cuatro de sus titulares al All Star , y el equipo fue metiendo la cabeza año tras año en las finales de conferencia, seguramente pagando la mella y el cansancio de jugar 82 partidos a pleno piñón, curso tras curso, sin reparar en la gasolina de cara a los play off.
El respeto que infundió Detroit es algo que el seguidor de la NBA de la última década lleva grabado en la mente. Luego pasó lo de casi siempre. Los millones de dólares se llevaron a Ben Wallace a los Bulls en un fracaso estrepitoso, Billups fue medio deportado a su casa en Colorado y tiene a Denver a toda caldera y Rasheed Wallace cogió la puerta para dar sus últimas voces en los veteranos Celtics.
En los Pistons de hoy aguantan el estandarte un Hamilton muy mayor y un Prince muy solitario. Dumars tiene a día de hoy un duro trabajo por delante, resolver el problema con el que ya contaba, reconstruir tras la marcha de Billups y además solventar el error de este verano tras los fichajes de Ben Gordon y Charlie Villanueva.
Y tras este artículo se me viene una interesante cuestión a la mente, ¿por qué no rescatar del olvido a Rip Hamilton y Tay Prince y traérles a Boston para de nuevo para aspirar a lo máximo? Ya se intentó por Febrero e incluso en verano pero las negociaciones no salieron adelante. Ahora, tras este fiasco de temporada en Detroit, con un Hamilton afrontando su declive y con un Tay Prince que no cuadra a día de hoy con la filosofía de Detroit las posibilidades de producirse tal traspaso crecen. Ojalá Ainge lo intente, no sólo por rescatar a dos de los integrantes del mejor equipo de la década, ( en la conferencia este) sino por conseguir una plantilla arrasadora y a precio de ganga.
Perdón por la extensión del artículo y por dejarme guiar por mis sentimientos, pero tras leer un fragmento de lo que he escrito en una web andaluza no he podido resignarme a escribir sobre los Detroit Pistons.