Revista Salud y Bienestar

Un amigo en mi…

Por Javier Rojo @blogtueii

Siempre sentí curiosidad por los dragones, aquellos seres mitológicos que aparecían en pelis de fantasía y de caballeros con armaduras…

Cuando era niña la serie de dragones y mazmorras me encantaba (en mi cabeza suena la canción mientras escribo….)

Nunca los vi peligrosos, aunque siempre cualquier héroe que se preciara intentaba acabar con su vida y robarles el corazón. Los veía poderosos, fuertes, grandes, capaces de destruir aldeas enteras y a cualquier guerrero que osara desafiarlos por muy grande y afilada que fuera su espada, y por muchas muertes de dragones que tuviera a sus espaldas. Quien me iba a decir a mí que a mis 30 años y sin yo saberlo, iba a despertar de mi interior un dragón…

En verdad no se quien estaba dentro de quien, no sé si yo quería escapar de él o él de mí, lo que si se es que estaba muy enfadado, rujía, arañaba mis adentros con sus afiladas uñas, hería mi intestino, mordía con fuerza mi estómago y me hacía sangrar, robaba toda mi comida, era como un parásito que no dejaba de crecer, se hacía grande en mí…yo encogía, el dolor me encogía la desnutrición me hacía pequeña, el quería escapar de mí, salir de mis adentros, yo era su huésped y tenía todo lo que hace falta para hacerse grande: miedo

Nuestra guerra por el control de mi cuerpo y mi mente duró dos meses y medio, encerrada, tumbada, sin sol, sin vida…

Dos ocasiones en las que casi gana la batalla, pero desde fuera lo vi, vi su estrategia y no lo deje vencer, ese cuerpo era mío, es mi vehículo en la vida para jugar, para sentir, para bailar, para disfrutar del sol de invierno, para amar…

Ha pasado un año y medio desde que descubrí a mi dragón aun nos vamos conociendo, ahora duerme plácidamente en mí, está tranquilo, sosegado, a veces siento que se mueve pero solo es para cambiar de postura, luego sigue durmiendo, estamos encontrando el equilibrio de vivir los dos en un mismo cuerpo.

Ya no lo veo, no veo a ese dragón negro de ojos amarillos brillantes de piel dura y tosca llena de espinas y pinchos, pero su imagen está grabada, al igual que otras muchas imágenes que me brindó estando en su compañía y que mi mente rescata del intento de olvido y me las pone delante sin ser posible exprimirlas más sacando lo positivo de ellas.

Aunque ahora sea invisible, lo sigo sintiendo, imposible olvidarlo cuando tres veces al día haces un click para sacar unas pastillitas pequeñas y redondas, o porque vas al hospital de día cada 8 semanas a ponerte un tratamiento intravenoso y mi amigo Paco, que entre risas y bromas me despista para que ese pinchazo inevitable al cual no me acostumbro y que siempre me hace sudar sea lo más divertido posible.

Las cicatrices están ahí para recordar que las heridas se curan, que todo acaba, que el dolor termina, y si se vuelven a abrir nuevas heridas también cicatrizaran

Ahora hay que reparar al cuerpo , ponerlo a punto para que los dos, mi dragón y yo vivamos felices en él, y aunque en ocasiones vivir en compañía sea difícil e improvisar planes casi imposible nos vamos adaptando.

Mi vida ha cambiado, eso es real y lo estoy aceptando. Mentiría si dijera que me gusta tener un dragón en mi interior, no, no me gusta pero tengo que contar con él para todo, pero eso sí, intento que me condicione lo menos posible, hacemos vida juntos, ahora se alimenta de pensamientos bonitos y amor y los dos estamos felices.

No me resigno por cuidarlo, lo tengo que hacer, estamos conectados, mi sentir es su movimiento, por eso mejor sentir bonito, ser positiva, y tener mucha fuerza mental y aunque en ocasiones la inseguridad se apodera de mi razón siempre hay alguien que te sonríe y te agradece que estés en el mundo, aunque sea con un dragón en tu interior….

REBECA.


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