Debut muy envidiable el de Jack Schreier con Un amigo para Frank que se llevó el Premio del Público en la edición de Sitges de 2012. Esta película de ciencia ficción blanda carece de grandes alardes técnicos (salvo alguna melodía palpitante o alguna fotografía tirando a lo preciosista; para ser una cinta de ciencia ficción ¡ni siquiera hay efectos especiales!), pero destaca por contar una historia donde se mezclan la ternura, la amistad, la soledad, la memoria y el desembarco en la tercera edad.
Menudo tostón sensiblero, pensaréis: nanay. La premisa principal de Un amigo para Frank (negarse a aceptar eso que todos tememos: que un día nos tengan que cambiar los pañales) abruma, para qué negarlo, pero el Schreier, con intuición, optó por adoptar un punto de vista estoico cargado de un humor entrañable, huyendo del sensacionalismo y la lágrima fácil, algo para lo que se presta mucho una película cuyo argumento nos cuenta las andaduras de un hombre sexagenario que comienza a sentir los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
En un futuro no muy lejano, Frank, interpretado magistralmente (con una credibilidad crediticia) por el veterano Frank Langella ( 1492: La conquista de paraíso, Lolita, La novena puerta o The box) es un antiguo ladrón que pasó por la cárcel y se encuentra a las puertas de la tercera edad. Eso de recordar las cosas se le empieza a ir tanto que a veces le cuesta unos segundos recordar quién es su hijo o su hija; por eso el primero decide comprarle un robot que le ayude en su vida diaria, programado, además, para ejercitar su memoria.A partir de aquí, Un amigo para Frank desenvuelve un guion inquebrantable, solido como un trozo de mármol, que a cada decena de minutos que pasa se torna más y más interesante. Esta historia con clímax final no se puede definir de otra manera que como literatura en imágenes.
Su grandeza reside en su sencillez expositiva, no exenta de simpática imaginación, que conmueve, emociona y te invita a la reflexión sobre la inteligencia artificial y los recuerdos (buenos o malos) sin necesidad de buscar la profundidad filosófica ("Sabes que estás vivo. Piensas, luego existes. De modo parecido, yo sé que no estoy vivo: soy un robot", le confiesa el robot a Frank). Si a ello le sumamos, aparte del ya citado Frank Langella, un reparto dedicado y entregado con tesón, como si fueran debutantes, formado por Susan Sarandon, Liv Tyler o James Marsden, desembocamos en un resultado mágico que invita al sincero aplauso.
Si te cansa tanta space opera, tanto alienígena asesino y tanto futuro distópico, Un amigo para Frank es la película que hará que tu fin de semana no haya pasado como si tal cosa.