«Un día te preguntarás cómo pudiste experimentar tales sentimientos hacia mí. ¡Y ese día será muy triste!»Tristeza. ¿Arrepentimiento de lo sentido? ¿Incluso aunque ese sentimiento nos haya procurado dicha? Y esa dicha ¿ha sido limpia, inmaculada, exenta de contraprestaciones?
«No se sentía banalmente colmada, sino aniquilada, vaciada de su personalidad, reducida a polvo».La primera sentencia se la arroja el padre de la narradora de esta novela a la madre de la misma. Cual una premonición de condena. Cual lápida que sella la tumba en la que, siguiendo ávida las limosnas de cariño y atención que le procuran, se mete ella misma. Callejón sin salida, túnel de promesa que se angosta en el que solo queda retroceder. O tal vez sí hay salida. Tal vez, como la madre sueña en una ocasión, de repente le cae en brazos un bebé.
«Sin duda yo lo provocaba. Tal vez incluso me lo buscara. Me habían rechazado tanto...»El bebé es Christine Angot, narradora y autora de Un amor imposible. Protagonista, pienso también, pero no, la protagonista es Rachel, su madre. En su novela Christine recrea maravillosamente la historia de esta con Pierre, padre de Christine, del que se separa antes del nacimiento de la niña pero con el que mantiene el contacto esporádicamente. Relata también su propia infancia y la pasión que siente por su madre hasta llegar a la adolescencia, momento en el que su padre irrumpe en su vida, lo que supone un punto de inflexión no solo para ella, sino para la relación con su madre.
«No se trata sólo de una historia personal, entiéndelo, no es una historia privada. No. No es lo que se conoce como vida privada. Aquí es la organización de la sociedad lo que está en juego, a través de lo que nos ocurrió. La selección que llevan a cabo las personas entre sí. [...] Se trata de una ingente empresa de rechazo. Social, pensado, intencionado. Organizado. Y admitido. Por todo el mundo. Nuestra historia no es otra cosa que eso. Hasta el final. Hasta llegar a lo que me hizo a mí. Que, por cierto, es ante todo algo que también te hizo a ti».A medida que avanzo en la lectura no puedo evitar pensar que la sinopsis de este libro que proporciona la editorial cuenta demasiado. Y, sin embargo, ahora que vengo a hablaros de él, me encuentro haciendo exactamente lo mismo. No sé hacerlo de otra forma. No acierto. Y me ahorro. Me callo. Mucho. Me ahorro la contextualización, el contaros de dónde viene Rachel, de dónde Pierre, adónde quieren ir. Me callo a los dos. Me callo a Pierre, especialmente, y os aseguro que me muerdo la lengua hasta hacérmela sangrar. Omito también la palabra, aquella que revela lo que sucede cuando Christine y Pierre se conocen. Y no la pronuncio ni escribo porque no es de ella de lo que va esta historia aunque sin ella no se pueda entender. Podría hacerlo, no importa, a mí saberlo no me ha estropeado la lectura. Está en la sinopsis; cualquiera que conozca o haya oído hablar de Christine Angot y su obra, tan autobiográfica, aunque no por ello alejada de la ficción, será capaz de cubrir la omisión. Lo que no me callo es que esta novela me ha gustado y mucho, aunque me ha pasado algo curioso con ella.
Noto un cambio de registro. El principio, antes del nacimiento de Christine y hasta que esta puede tirar de recuerdos propios, es más de leer entre líneas, algo que disfruto y valoro mucho. Digo lo de tirar de recuerdos propios sin saber si todo se ajusta a tal y como sucedieron realmente los acontecimientos en su vida e incluso sin importarme, pues, como novela que es, así la he leído, desgajando incluso a la autora de la narradora. Sin embargo, a medida que Christine va cobrando protagonismo en la trama, ambas voces se me van haciendo más unívocas, y la lectura se me antoja más literal. Sigo pegada a ella pero con más reservas. Me desconcierta también el que esa palabra que yo no nombro pero que en la novela sí está escrita sea solo eso: un nombre rodeado de omisión. Pero sigo pegada, digo, y descubro que esa palabra es el verdadero hueco-pozo-abismo-túnel sin salida que leer entre líneas. Sigo pegada y presumo que la voz de Christine personaje y Christine escritora se me hace una porque el personaje es el medio que tiene la escritora de encontrar y liberar su propia voz. Sigo pegada y la escritora, a través del personaje y de una literalidad que en otras circunstancias tal vez hubiera rechazado, me premia con una reflexión brillante, brutal e insospechada. Sigo pegada y se vencen mis reservas al descubrir, o más bien recordar, pues así nos dice una sinopsis que no por contar más o menos deja de ser certera, que esta es la historia de Rachel y la de su relación con su hija Christine.
En una ocasión, la Christine niña le dice a Rachel: «¿Sabes?, a veces tengo la impresión de ser un paquetito». «¿Un paquetito? ¿Cómo que un paquetito?», le interpela su madre. «¡Pues a ver, un paquetito! Un paquetito que llevas contigo y que sujetas con un cordel». Un amor imposible es la historia de ese cordel. Un cordel fuerte, en el que las fuerzas y derivas de sus extremos pueden ser intercambiables y no siempre se sabe quien sujeta a quien. Un cordel que se erosiona por la falta de uso y de sostén. Un cordel que pugna por romperse y que se recompone enmarañándose y solo vuelve a ser utilizable al desatar trabajosamente los nudos. Un cordel maltrecho que es muestra de que, en esta historia de tres, el único amor posible, si bien imperfecto, es el de Rachel, madre, y Christine, hija.
«Había empezado a llamarla mamá de nuevo durante aquella semana. E incluso a utilizar la palabra sin necesidad. Con el fin de paladearla. Y para hacerla sonar en su oído como una campanilla por fin reparada».
an old corld. Fotografía de waferboard
Ficha del libro:
Título: Un amor imposible
Autora: Christine Angot
Traductora: Rosa Alapont
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2017
Nº de páginas: 229
ISBN: 978-84-339-7985-8
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