Revista Cultura y Ocio

Un amor. Sara Mesa

Publicado el 27 abril 2021 por Juancarlos53

«Ahora, salvo por ese perro —el guardián de cadáveres—, está sola, completamente sola. Alrededor solo hay silencio: el ficticio silencio de siempre. El motor de un quad taladra el aire, a lo lejos ladran un par de perros y hacia ella se encaminan, nítidas, unas nuevas palabras: el tiempo es el castigo.»

"Un amor" me ha gustado mucho. Sara Mesa sabe mostrar los recovecos inexplicables de la mente del ser humano como nadie. En esta ocasión el deseo, el placer, la compostura femenina y su contrario ante los planteamientos directos, sin ambages ni sentimentalismos por parte del hombre. Y al tiempo la vida en la localidad pequeña, donde todo se sabe y nada o casi nada se puede esconder; esos lugares donde todo se guarda para utilizarlo cuando sea necesario; esos lugares mitificados pero de los que muchas veces conviene escapar para no caer, exánimes, en su toxicidad. 

Un amor. Sara Mesa
Natalia
es una joven treinteañera, cerca ya de los cuarenta, que por un problema en la empresa de la ciudad donde trabajaba ha decidido despedirse e irse a vivir a un pueblo pequeño, La Escapa, donde nadie la conoce. Allí alquila una casa terrera y se dedicará a traducir del francés una obra literaria. La situación no puede ser más idílica: mundo rural, tranquilidad, apacible dedicación a la traducción literaria. Sin embargo pronto verá que en ese lugar tan bucólico las pasiones humanas, los comportamientos mendaces, las envidias y zancadillas de las que creía haber logrado escapar también están presentes.
La novela, como la anterior de la escritora madrileña, indaga en la psicología profunda y tantas veces contradictoria de los personajes. En especial es en la protagonista, en Natalia, Nat para los amigos, en quien la autora pone el foco de su análisis. Natalia no desea ser acosada por ningún hombre y cuando alguno se acerca a ella se pone tensa y en situación de prevención pues sabe -al menos así lo piensa- que en la relación hombre-mujer siempre el sexo está presente; una experiencia durante su adolescencia así se lo enseñó. Pero contra lo esperado por parte del lector cuando quien sea no lanza sus cebos, indirectas, mensajes o miradas cargadas de deseo hacia ella la desilusión de Nat es tremenda y empieza a pensar que el declive vital ya está próximo («Sin embargo, el desinterés de Píter ha hecho saltar una alarma en Nat: la señal de que empieza a perder un poder que había poseído inconscientemente hasta entonces.»). La conciencia de pérdida de su carnalidad entra en contradicción con la incomodidad que dice sentir cuando el huraño y desagradable de su casero le lanza miradas libidinosas e incluso llega a hacerle proposiciones. Y en medio de estos dos extremos la relación con Andreas el alemán, que nació de manera extraña, fría, contractual y que poco a poco fue haciéndose dueña de ella.
Fuera de estos tres hombres en el mundo rural libremente elegido por Natalia hay otros personajes como la pareja de ancianos formada por Joaquín y Roberta a los que Nat ayuda, cuida y a cambio recibe un pequeño sueldo; la chica de la tienda que la atiende con amabilidad pero hacia la que Natalia hace converger sus infundados celos y sospechas; y también esa familia tan típica en la España vaciada que viviendo en la ciudad acude en vacaciones o en los puentes festivos a la pequeña pedanía donde conserva una casa familiar en la que dicen disfrutar lo indecible y oxigenarse de la vorágine citadina.
No puedo ni debo decir más sobre la trama de la novela pues no quisiera destrozar el placer de la sorpresa que innegablemente contiene el relato. Sólo diré que en la historia de Nat el amor, los celos, la pasión, el enamoramiento, el placer..., pero también la amistad, la ayuda desinteresada, el dar sin pedir nada a cambio... están presentes en abigarrada mezcla y confusión. Es la cabeza de la protagonista la que debe poner orden en este turbulento mar  que la está ahogando. 
En una novela corta como "Un amor" hay mucha literatura, muchas lecturas ocultas, que en algunos momentos me ha parecido ver emerger. La principal sin duda alguna es la de la escritora francesa Annie Ernaux, concretamente la de su novela "Pura pasión" que no hará ni un año que leí con inmenso placer [leer mi reseña aquí]. La misma relación de dependencia tóxica que padece la protagonista de la novela francesa es la que se enseñorea de Nat. Vista desde fuera esta relación libremente aceptada parece contradecir las manifestaciones verbales de empoderamiento femenino por parte del personaje, pero desde el interior de su ser ella, Nat, es, como la protagonista de la novela de Ernaux, una mujer que «Piensa que un solo instante —por ejemplo, ese instante— basta para justificar una vida completa: hay quien no tuvo ni siquiera eso.» Y junto a este innegable parecido con la obra de Ernaux también me ha parecido ver revolotear por momentos la figura clásica de Ana Ozores en este relato; me refiero sobre todo a los acercamientos burdos, bastos, procaces, que el desagradabilísimo casero -me ha recordado a Celedonio, el lascivo sacristán de la Catedral de Vetusta- realiza hacia Natalia considerando que por su comportamiento privado está al alcance de cualquiera: «Trata de escabullirse, de ir más allá, pero él la sujeta por un brazo. —Ven aquí —susurra—. ¿No quieres que yo también te dé mandanga?». 
También la literatura sirve de sostén caracterizador de algún personaje: Natalia y su búsqueda siempre del verdadero y mejor sentido de las palabras en esa traducción literaria que tiene entre manos revela el carácter introspectivo y analítico que exhibe en el relato: «Cuál es entonces el sentido correcto? ¿Verde claro, verdeazulado, enfermizo, difuso, errante? En función del que escoja, deberá orientar el resto del párrafo. Optar por una traducción literal, sin entender el auténtico sentido de la frase, sería como hacer trampas.», piensa ella a propósito del término francés 'glauque' que aparece en el texto que está vertiendo al castellano. Y otro tanto realiza Sara Mesa con Píter el hippy al que nos presenta como hombre sensible; manifestación de esa sensibilidad son las vidrieras que fabrica e ilustra:  «Son para una biblioteca, le explica Píter, por eso ha inscrito versos en ellas: de Pablo Neruda, de Mario Benedetti, de Wisława Szymborska.»
Muy agradable en la narrativa de Sara Mesa, algo que ya observé con sumo gusto en "Cara de pan", es el papel de la música en el relato. La prosa de la escritora tiene un ritmo y una sonoridad que capta al lector; es un ritmo suave que al igual que ocurre con el jazz por momentos introduce rupturas, antirritmos que sorprenden y sirven para agitar y mantener viva nuestra atención en esto que estamos leyendo. Si en su anterior novela eran Nina Simone, Aretha Franklin o Dizzy Gillespie quienes resonaban en las cabezas de alguno de sus personajes, en "Un amor" es Chet Baker, Sam Cooke o Miles Davis los músicos que sostienen musicalmente el tono de la novela. Quizás son los personajes que se mueven más en la ambigüedad, en la indefinición, los que portan estos gustos musicales: en "Cara de pan" era el Viejo, y en "Un amor" es Píter.
Y luego, evidentemente, esa manera suya de escribir utilizando sin estridencias los mil y uno recursos estilísticos que ella maneja como nadie, en especial el adelgazamiento de la figura del narrador mediante el empleo tanto del 
  • estilo directo libre:  «Exacto, dice, es eso lo que busca en su trabajo, la adecuación al contexto» (pos. 188)
como del
  • estilo indirecto libre: «Nat arranca a hablar. ¿Ha traído el coche? ¿Sí? Puede llevárselo a escondidas, de él no sospecharán. Que lo deje en una perrera. O en cualquier otro sitio, en otro pueblo.» (pos. 1738)
Final
Un amor, novela corta española actual
Una muy buena novela, sí señor. Esta chica, Sara Mesa, escribe divinamente. Como ya he dicho, había leído de ella "Cara de pan" que me encantó [se puede leer la reseña que hice de ella aquí]; "Un amor" parecía comenzar en un nivel más bajito, pero qué va qué va, según se avanza en la lectura se observa cómo remonta y remonta hasta alcanzar un nivel que enamora. Y alcanza ese elevado nivel por todo lo dicho hasta aquí y también porque como de pasada toca infinidad de temas y asuntos que hacen reflexionar por el alcance que  los mismos tienen: el machismo, la importancia de lo mínimo («lo grande y lo pequeño, todo junto, en el mismo plano mental»), los celos, el sexo, el imaginario construido por uno mismo («Le atrajo la imagen que ella se había construido de él»), la prostitución, el drama kurdo, la dificultad de mantener la privacidad adecuada en una localidad pequeña, etc. Sí, muchas son las cosas que atraen en Un amor de Sara Mesa.
Un amor. Sara Mesa

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