El primer año que llegué a Estados Unidos me tocó enseñar segundo grado. Hacía mucho tiempo, bastante en verdad, que no enseñaba en primaria, y segundo grado nunca lo había tenido antes. Fue todo un reto, pero uno maravilloso en verdad, porque además de estar en un país nuevo, enseñando en el primer ciclo de primaria, casi todas las asignaturas y en inmersión, mis alumnos eran de lo más diversos. Ese grupo fue todo un abanico de variedad y hermosura.
Fue maravilloso verlos crecer en edad, tamaño y sabiduría. Ese año, 2015/16, aprendieron muchísimo, hicieron cosas maravillosas, y salir al receso y observarlos desenvolverse en el patio, a cada uno en su distinta manera de ser, era de lo más divertido. Me encantaba mirarlos y siempre había algún comentario que hacer con mi compañera del otro segundo grado, Verónica, acerca de los niños: “mira a Kirsten que no se separa de Danica y cómo corren”; “allí vienen los niños pedir permiso para jugar fútbol con Hudson a la cabeza”; las niñas dirigidas por Abigail para treparse en cuanto tubo hubiese, y no podían faltar Iyla y Juliana, que siempre peleaban, pero al mismo tiempo no podían estar separadas.
Juliana era una niña alta para su edad, delgada, con unos hermosos y expresivos ojos verdes que se abrían aún más cuando llegaba la hora de hacer matemáticas. Le encantaba cantar y bailar, la hora de música era un deleite para ella, especialmente bailar flamenco, y su español se escuchaba más bonito que el inglés, no porque hablara mejor español, no porque su inglés fuera malo, no, sino porque era bastante sonoro, melodioso, y me imagino que algo tenía que ver el que también hablara portugués en casa, una lengua que me encanta por lo cantarina que es. Pero lo más bonito era escucharla leer, hasta la señora Ana, una representante que venía todas las semanas a pasarle lectura a mis niños, disfrutaba cuando llegaba la hora de leer de Juliana. A veces yo la dejaba para mí, sí, porque era melodioso oasis escucharla a ella cuando tienes que escuchar a muchos niños que están aprendiendo. En la escritura siempre me daba gracia leer que escribiera: estoy falando, para decir hablando, error clásico de aguien, que como ella, estaba aprendiendo más de una lengua, porque además sus padres la habian inscrito para aprender alemán los sábados.
Juliana se fue de la escuela para el año escolar siguiente y no voliví a saber de ella, hasta hace unas semanas que me enteré que pertenecía a un equipo de natación, ¡qué rico, también estaba practicando deporte! Supe de ella porque una amiga publicó por Facebook, sí, así fue como me enteré, que triste en verdad, nadie me avisó, solo lo leí, que Juliana había enfermado. Le fue encontrado uno de esos horribles tumores cerebrales que tienen nombre de enfermedad degenerativa y suenan demasiado a ciencia pero cuyo nombre una no quiere recordar. Se estaba haciendo una colecta, donativos, para su atención, operación, y ya saben, esas terribles cosas por las cuales tanto niños como padres tienen que pasar cuando un pequeño se enferma. Colaboré, compartí la información para ayudar a las donaciones y oré, oré por todos ellos.
Dios tenía sus propios planes con ella. Juliana acaba de fallecer y con su partida dejó a su familia en una profunda tristeza, era la única niña, el mayor es un varón al que recuerdo serio, respetuoso y muy inteligente, y ella era la menor, la nena . Cuesta entender por qué los niños tienen que sufrir, por qué cosas como éstas suceden, y a veces suceden muy seguidas. Pero esas son cosas mayores, tan grandes, enormes para nosotros que se escapan a nuestro entendimiento.
Si estás leyendo estas líneas te pido una breve oración por todos los niños que no conocemos, pero que vienen al mundo con una misión, a veces muy breve, y luego les toca regresar a su lugar de origen, muy temprano para nosotros, pero brillantes y plenos ellos. Mi oración hoy es para Juliana, no creo que ella la necesite tanto, es ahora un ser radiante de luz, sino por sus padres que deben estar padeciendo un dolor inmenso e indescriptible aferrados a su niña querida. Juliana, con sus enormes y hermosos ojos verdes, debe estar esta noche rodeada de un grupo de ángeles y serafines que la escuchan, con esa voz melodiosa y cantarina, leyendo, en cualquiera de las lenguas que conoce, una historia, probablemente de Dr. Seuss, y Dios está por allá atrás deleitándose oyéndola, y me figuro, es más, seguro que Él la escucha leyendo melodiosamente en español.