Cortesía de Stefanie Clark
Hace aproximadamente un año compartía en este blog mi decisión de emprender el camino artesano, probablemente una de las decisiones más trascendentes de mi vida profesional. La tomé desde el convencimiento de que era la decisión correcta, con la ilusión de un chaval que comienza una aventura y también con los múltiples temores de un anciano escarmentado.
La experiencia hasta ahora ha sido enormemente positiva.
Si tuviera que resumirlo en pocas palabras, diría que ha sido un año de aprendizaje. Después de muchos años trabajando en entornos europeos, tomar nuevamente contacto con la realidad de aquí es un proceso que, aunque estimulante y necesario, no resulta sencillo ni inmediato.
Por ejemplo, estoy en proceso de re-adaptarme a la falta de planificación que tanto nos caracteriza. Acostumbrado a trabajar con una agenda a 6-12 meses vista, mi nueva realidad no es por lo general visible más allá de un par de meses. Esta “obsesión” por la improvisación tiene que guardar relación, seguro, con la baja productividad de nuestro país.
También me ha llamado mucho la atención el enorme contraste entre las diversas aproximaciones al tema de la “formación”. En un extremo, profesionales de RRHH genuinamente comprometidos con llevar a cabo actividades formativas que aporten valor real, tangible, a los participantes. En el otro extremo, ¿profesionales? de RRHH a los que solo parece importarles las cifras, y no me refiero únicamente a las económicas, independientemente de la realidad que se esconda detrás de ellas.
Lo que más me está gustando de esta aventura es retomar el contacto con las personas en el plano del aprendizaje. Durante años, mi actividad docente ha estado limitada a participar en algún máster de RRHH y poco más. Sin embargo, el último año he compartido varios centenares de horas facilitando talleres de contenidos tan diversos como la productividad personal y GTD, la innovación en gestión de personas, las competencias y la gestión del conocimiento, entre otros y, a pesar de que la garganta y las piernas se quejan al final del día, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien ¿trabajando?
Y no todo ha sido “formación“. También ha habido bastante coaching, más del que esperaba, y algo de consultoría, aunque mucha menos de la que me gustaría. También en este aspecto vamos muy por detrás de nuestros colegas europeos, que tienen bastante interiorizado que uno no puede saber de todo y que invertir en ayuda experta es por lo general una decisión cuyo retorno está asegurado.
En resumen, ha sido un año en el que he podido hacer un buen montón de cosas, aunque se me han quedado otras tantas más por hacer. Sobre todo, he sentado las bases para un número importante de proyectos, algunos de los cuales ya ha comenzado a rodar suave, suave, que deberían ir consolidándose en los próximos 12 meses.
Pero no todo es un camino de rosas. A pesar de colaborar con personas y organizaciones expertas en comercializar este tipo de servicios, cuesta llegar al cliente, cuesta que entienda no solo lo que ofreces sino también el valor de lo que ofreces; cuesta que finalmente lo compre y por fortuna, solo en algunos casos aislados, a veces cuesta cobrar lo que facturas. Pero encontrar pleno sentido a lo que haces y disfrutar intensamente de tu trabajo no iba a ser encima fácil, ¿no?
Para terminar, uno de los proyectos que no ha podido ver la luz este año es la modernización del blog. De hecho, estoy escribiendo mucho menos de lo que me gustaría y es una de mis prioridades a corto plazo es darle un giro a esta situación. El proyecto sigue adelante entre bambalinas y espero poder sorprenderte (para bien) más pronto que tarde.
Muchas gracias por seguir ahí, fiel a este blog. ¡Que siga la conversación!
Este artículo, Un Año de Consultoría Artesana, escrito por José Miguel Bolívar y publicado originalmente en Optima Infinito, está licenciado para su uso bajo una Licencia Creative Commons 3.0 España.Muchas gracias por suscribirte a Optima Infinito.
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