Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí
Esta vez no ha podido entrar a la terminal para verlo partir. Un letrero advierte que al interior del Aeropuerto José Martí sólo pueden acceder los viajeros, no sus acompañantes. Así que le ha dicho adiós en la puerta. Es el segundo hijo que se le marcha desde que hace un año se implementara la Reforma Migratoria. Para ella, como para tantos cubanos, ha sido un año de despedidas.
En los primeros diez meses de 2013 unas 184,787 personas viajaron fuera de la Isla. Muchas de ellas lo hacían por primera vez. Aunque las declaraciones oficiales tratan de desmentir que el país huye, más de la mitad de los viajeros no habían retornado al concluir noviembre. Tampoco hacen falta los números. Basta con que cada uno de nosotros mire a su alrededor para cuantificar las ausencias.
Desde el punto de vista personal y familiar cada viaje puede transformar una vida. Ya sea escapando definitivamente del país donde no se quiere vivir, conociendo lo que existe al otro lado, reencontrando a parientes o simplemente alejándose un tiempo de la rutina cotidiana. La pregunta es si la suma de todas esas metamorfosis individuales sirve para cambiar una nación. La respuesta –como tantas cosas en este mundo- puede ser un “sí” y también un “no”.
En el caso de Cuba, las salidas han actuado en parte como válvula de escape a la inconformidad. El sector más rebelde de la sociedad hizo las maletas para salir un breve o un largo tiempo. El gobierno se aprovechó de eso y además de los beneficios materiales de los viajes, que se concretaron en más remesas enviadas, más artículos de consumo importados y más impuestos aeroportuarios cobrados. La industria sin chimeneas de la migración.
Para los activistas de la sociedad civil que realizaron giras internacionales, la oportunidad fue extraordinaria. Colocar sus voces en escenarios donde antes sólo se escuchaba al oficialismo, ya significó un buen paso adelante. Han podido acercarse a las temáticas que debate el mundo actual y eso les ha ayudado a modernizar enfoques, definir mejor su papel cívico e insertarse en tendencias que trascienden las fronteras nacionales. El resultado no es mágico ni inmediato, pero sí positivo.
Durante todo este tiempo, sin embargo, se le negó a los ex prisioneros de la Primavera Negra viajar fuera del país. También las cifras de exiliados impedidos de entrar en Cuba se mantuvieron con una tendencia al alza. Lamentablemente después de los grandes titulares anunciando el Decreto-Ley 302, estos dramas no encontraron eco suficiente en la prensa ni en los organismos internacionales.
Una buen parte de la población aún no puede costearse un pasaporte. Para todos esos cubanos, la Reforma Migratoria sólo transcurrió en la vida de otros, en las pantallas de la televisión o en las páginas de los periódicos. Coincidentemente es el mismo sector que aún no ha podido sacarse una línea de móvil, hospedarse en un hotel o asomarse siquiera al mercado de casas y autos. Son los cubanos sin pesos convertibles.
Así que 2013 fue una mezcla de maletas, despedidas, retornos, nombres tachados de las agendas telefónicas, suspiros, largas filas a las afueras de los consulados, reencuentros, anuncios de casas en venta para pagar boletos de avión… Un año para partir y un año para quedarse.