Queridos lectores, comparto con ustedes mi propia sorpresa: este blog ha cumplido su primer año de travesía. Ha pasado un año desde que, en una cafetería de la PUCP, mi buen amigo Gonzalo Gamio me animase a crear un blog y a poner en él mi trabajo, mi especulación filosófica, mi posición ante temas de coyuntura, etc. En el fondo mi personalidad y hasta un poco de mi humor.
Como les contara hace un año, yo nunca fui muy entusiasta de la la idea de crear un blog: se trata de un trabajo que, para que funcione, demanda tiempo y esfuerzo intelectual. Para un filósofo, lo segundo es algo, generalmente grato; pero conseguir tiempo en mi agenda ha sido difícil durante casi todo el año, más en esta segunda parte. Es gracioso, siempre se piensa que el filósofo es un ocioso por antonomasia y, curiosamente, todos los que conozco trabajan mucho y en muchas cosas a la vez. Ese trabajo variado, sin embargo, nos da material diverso para pensar y compartir con ustedes.
El blog, como saben, ha mantenido más o menos una misma línea. Una reflexión, a través de distintos temas y modos de expresión, acerca del fenómeno religioso en sus diversos modos de manifestarse. Mi intención es seguir por ese rumbo, aunque ello, seguramente, restrinja un poco el espectro de investigación y, quizá, me reste algunos lectores. La religión es mi pasión, lo ha sido desde muy temprano; la religión es para los amantes, gusta decir Caputo, es pasión por lo imposible. La tarea de este blog no es más que el deseo de compartir esa pasión de un modo que se haga inteligible y, quizá, vocativo para quienes leen. Por eso he elegido muchos modos de expresar mis ideas: desde videos de lo más graciosos hasta trabajos rigurosamente académicos, pasando por comics, imágenes sugerentes y breves ensayos sobre temas de actualidad. Espero que sigamos en ese camino y que su lectura siga contribuyendo a un trabajo continuo que sea capaz de aportar un granito de arena en la reflexión sobre la religión en estos medios virtuales.
No quisiera terminar estas breves líneas sin agradecer más personalmente. En primer lugar, a Gonzalo Gamio, profesor hace ya algún tiempo, colega y amigo. Fue Gonzalo quien me presentó hace poco más de un año el primer libro que leí de Jack Caputo y, además, fue él quien me dio el empujón sin el cual es altamente probable que Sagrada Anarquía no hubiese existido. A Lucho Bacigalupo, también profesor y amigo, que ha leído y comentado con agudeza en más de una entrada, pero que, sobre todo, fue el que me introdujo, a pesar de mi inicial resistencia, al mundo de la creencia escéptica, del San Agustín posmoderno y, a la larga, al tipo de reflexión que hoy es materia de mi constante investigación. Agradezco también a un lector desconocido, pero que se siente casi amigo, Emilio Novis: un temprano seguidor de este blog, que ha tenido la tarea titánica de leer casi todos los artículos y, más aún, de comentarlos casi sin excepción. Tu lectura ha sido siempre un estímulo, Emilio. A Fray Gustavo Moreno, amigo desde que estábamos en el colegio, con quien compartí el inicio de mi vocación por la religión, aunque él prefiriera los hábitos y yo la sagrada anarquía. Tavo ha demostrado que la mortaja de monje no tiene porque hacer del hombre de Dios un espíritu dogmático y estrecho: ojalá tus superiores en la OSA sigan tu ejemplo, mi querido amigo. Y, en general, agradezco a todos los lectores del blog: han sido todos, en su peculiar manera, el pretexto para seguir escribiendo a pesar de las muchas razones que inducían a veces a dejar de hacerlo.
Pues nada, muchas gracias amigos. Todos, simpatizantes y críticos severos, han sido y serán bienvenidos siempre. Yo, por mi parte, seguiré en lo mío: “tratando de hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado”, como diría Silvio Rodríguez. Al final siempre se trata de eso en la religión, de la pasión por lo imposible o, mejor, de una plegaria por lo imposible.