Italia cierra un año tremendamente marcado por la parálisis económica y la tensión social. De los años que he vivido aquí, no tengo dudas de que este ha sido uno de los mas terribles, desde muchos puntos de vista.
Con un clima social, que recuerda mucho al que se vivía en Argentina entre 2001 y 2002, manifiestos que rezan “que se vayan todos”, estudiantes, operarios, fuerzas del orden, entre otros sectores, que se manifiestan con marchas y ocupando edificios y monumentos históricos, en señal de protesta por la falta de respuesta a sus reclamos y por que ven cada vez mas limitados, los recursos con los que desarrollar las propias actividades.
Millones de desocupados, sub-ocupados y subsidiados, empresas que han cerrado o se han transferido a otros países donde con lo mismo que pagarían a un operario italiano, hacen trabajar 3 o 4 personas mas horas al día y donde la presión fiscal no los asfixia.
Ciudades sepultadas por los desperdicios urbanos, víctimas del terremoto que aun esperan una solución habitacional y ya deben comenzar a pagar impuestos por una propiedad que no existe mas.
Inmigrantes que se manifiestan por que no pueden obtener contratos en blanco, vivir dignamente, son discriminados y explotados laboralmente, sin poder regresar a sus países de origen ni ver a sus familiares. Africanos que explican que: “Italia no es el paraíso que imaginaban”.
En los periódicos las secciones dedicadas a los anuncios de empleo han prácticamente desaparecido, solo se solicitan vendedores para todo tipo de productos y servicios, sin un contrato de dependencia, es solo trabajo autónomo con la sola remuneración por los contratos que llegan a concretarse positivamente y todo el resto a cargo del interesado.
El empleo a tiempo indeterminado para un simple operario o un profesional, ya ha sido sepultado, dando lugar a solo contratos a termino para cualquier tipo de actividad y solo en los casos que sea estrictamente necesario, sin una formación profesional ni posibilidades de crecimiento o estabilización.
Un ministro de la economía que manifiesta que “con la cultura no se come” y recorta nuevamente el presupuesto destinado a mantener uno de los sectores que mayor riqueza han generado y generan en este país que pocos siglos atrás fue la cuna de la cultura y que hoy ve caer a pedazos parte de su patrimonio por la falta de intervención y de mantenimiento.
Con un gobierno que mira para otro lado y hace oídos sordos a los reclamos desde los distintos sectores de la sociedad y que se dedica casi exclusivamente desde hace ya 16 años a solucionar los problemas personales del Primer Ministro: aumentar su poder y riqueza personal y defenderlo en todos los modos posibles de la justicia que le pide explicaciones por su actuación y su enriquecimiento ilícito entre otros tantos cargos importantes.
Termina un año difícil, con un montón de incógnitas e incerteza para el futuro.