Revista Cultura y Ocio

Un año sin Miguel Delibes

Publicado el 12 marzo 2011 por Miguelmerino

Hoy se cumple un año del fallecimiento de Miguel Delibes. Hoy hace un año que murió un posible Premio Nobel de Literatura, sin haberlo conseguido. Supongo que habrán sido muchos, los que hayan muerto con el merecimiento y sin el reconocimiento, pero creo que en el caso de Miguel Delibes hubo muchas oportunidades. Quiero decir que vivió lo suficiente para que le hubiera sido concedido. Por supuesto y como siempre, es sólo mi opinión, que es la que cuenta en este blog.

«Al ponerse el sol he atrapado una trucha de kilo con cucharilla. Han sido unos momentos emocionantes porque había olvidado en casa la tomadera y he tenido que sacarla a pulso, cansándola antes.

Al primer lance, el pez siguió al engaño y, al segundo, se enganchó. Cuando la traía, tiraba tanto que el carrete empezó a patinar y la trucha se metió en un rápido. Como pude apreté la bobina mientras el pez coleaba como un cetáceo. Tenía un hilo del 20 y cedí un poco para evitar que se rompiera, aunque me daba miedo que la trucha se enredara entre las salcinas de las márgenes.

Con el corazón en la garganta, finalmente la traje hasta mis pies y oculto tras unos lirios aguanté los trompazos finales. Cuando la extraje del agua, agarrando con la mano izquierda la punta de la caña, el animal estaba rendido y ni siquiera coleó. Es un bicho hermoso, asalmonado, que cocido y con mayonesa estará como para chuparse los dedos

(Tomado de Un año de mi vida, Barcelona, Ediciones Destino,
col. Áncora y Delfín, n.º 384, 1972, p. 19)

Me gusta prácticamente toda la obra de Delibes, al menos toda la que conozco, que no es poca, pero  me encanta el Delibes rural, cazador y pescador. Seguramente porque yo soy esencialmente urbanita y lo rural me atrae con el atractivo de lo desconocido, de lo misterioso, de lo esotérico. Me encanta el lenguaje que utiliza para describir los paisajes, los animales, sus costumbres, las mañas y la jerga del cazador, del pescador. Es cierto que me obliga a leerle con un diccionario a mano, pero aun prescindiendo del diccionario, sólo con la sonoridad de las palabras, se pasa un momento impagable con su lectura.

Hoy lo recordaré de la única forma que puedo hacerlo, releyéndolo.


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