Revista Educación

Un año y un día después

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Un año y un día después

"Andy Dufresne se arrastró por un río de mierda y salió limpio del otro lado" es una de las citas que resume la esencia de Cadena Perpetua, película de 1994 que fue un pequeño fracaso en su estreno, pero cuyas muchas virtudes la alzan a la categoría de clásico. Un canto a la esperanza entre la resignación. En mayo de 2017, con cuarenta años, un río de mierda se abrió ante mí lo mismo que el Guadiana nace en las Lagunas de Ruidera. Fue el día en que me mandaron al paro. No lo pensé de inmediato, o sí, pero hay una hipoteca que pagar, un coche, el teléfono, el agua, la luz... Y la peor situación para un parado: Eres periodista. Se abren tres escenarios. El primero es rebajarte (ya estás nadando en la basura) y rogar que te readmitan con la lágrima en el ojo, que has sido malo y mereces ser castigado. El segundo es tirar de agenda a ver quién te emplea. Como periodista. Tercera opción: Saca partido a tu título de Derecho y oposita.

De hecho, estar opositando fue una de las excusas que se te dio para echarte ("sé que estás estudiando y me vas a dejar tirada"). En lo más íntimo siempre supiste que aquel había sido un estudio en broma. Reflexionas brevemente y decides dejar de jugar a ser opositor cuando apenas faltan diez días para el examen, pero solo son treinta y pocos temas y eso te lo ventilas tú, que sacaste unas notas buenísimas en tus tiempos. Llega el día. Apenas comparece la mitad de los ciento cincuenta inscritos, y solo treinta se quedan cuando se sortean las preguntas. Después de tres horas escribiendo, tu mano se ha convertido en una garra. Las palomas anidan en el techo del pabellón Paco Álvarez, y una de ellas, alegórica, te caga al lado. Sales contento y piensas que tienes como poco un siete y medio. La realidad se impone: Un 2,9. Te ofuscas y abandonas todo en pleno mes de junio. Ahora es real: Parado y fracasado.

Un mes de duelo. Nadie te quiere dar clase y pasas a la lista de espera de un tipo que nunca te llamó. Pero entra en escena tu antiguo preparador y te quita la bobería. Él cree en ti. Renaces. Surgen dos oportunidades en otra administración. ¿Casi cien plazas? Te separan ciento treinta temas del objetivo. Está acabando julio de 2017 y el primer examen podría ser en noviembre. Pero tú eres valiente, te animan los ejemplos de Berta, de Pilar, de Elena, de Álvaro, de José Manuel... Llega el primer examen escrito a final del año. Y lo defiendes a mediados de 2018. Y lo apruebas. Y otro examen escrito. También lo defiendes y también lo apruebas. Y tu primer examen oral... Ese día las piernas te tiemblan de miedo. Pero apruebas. Y viene el caso práctico. También lo apruebas. Y llega el siguiente examen oral acabando el año. Llevas días sin dormir. Y también lo apruebas. Y en febrero de 2019, el día después del concurso de comparsas, haces el último examen práctico. Has aprobado. Como ya eres un profesional del estudio, mientras nadabas en el barro aprobaste una tercera oposición, una lista de reserva.

¿En medio? Están la renuncia a cualquier diversión, ir al cine o ver series. Están los kilos de más y los días muertos en la biblioteca. Acabas debiendo hasta la camisa porque te has endeudado para poder comer y que no te embarguen. Pero nunca perdiste la ilusión. Siempre confiaste, y siempre alguien te dio la mano para que siguieras confiando. Estaban los nuevos amigos que hiciste durante el encierro, también opositores, y toda la gente que siempre supo que llegarías y que te daba ánimos en la distancia, que entendía que tocaba sacrificio. Estaban papá y mamá, el apoyo decisivo, todas las semanas tomándose el café y haciendo el descanso contigo.

Hace un año y un día que salí limpio al otro lado de aquel río.

Llega el día en que te nombran. Un 17 de febrero de 2020 el proceso culminó y soy otra persona, menos ingenuo, más consciente de lo que significan las palabras esfuerzo, paciencia y perseverancia, de la importancia de que la esperanza se imponga a la resignación. Cada opositor tiene su historia y yo sólo he contado una mínima parte de la mía.


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