A medio camino entre el mundo árabe y el África negra, Mauritania se presenta como un lugar muy poco conocido para la población española, que hasta ahora apenas había tenido oportunidades de acercarse a su cultura, tradiciones e historia. Sin embargo, este 2021 hemos tenido la alegría de ver publicado en español el primer libro de un autor mauritano. Se trata de Beyrouk, una de las voces más importantes de Mauritania, ganador de numerosos premios, y al que por fin podemos leer en castellano gracias al empeño de , una preciosa iniciativa puesta en marcha por Alejando de los Santos (Afribuku), Ana Cristina Herreros, (Libros de las Malas compañías) Chema Caballero y Sonia Fernández (Literáfricas) con el objetivo de Libros del baobab acercar la literatura africana a los lectores españoles.
Originario del norte de Mauritania ( Atar, 1957), Mbareck Ould Beyrouk es un periodista que en 1988 fundó el primer diario independiente de su país y un firme activista por la libertad de prensa. Como escritor, ha publicado seis novelas, entre las que cabe destacar -premio Ahmadou Kourouma-, ambas ambientadas en el Sáhara. Precisamente Et le ciel a oublié de pleuvoir , (2006) y Le T ambour des larmes (2019), el desierto es uno de los lugares donde el autor confiesa encontrarse más a gusto, bebiendo leche de camella y pasando las horas charlando, a pesar de estar acostumbrado a los viajes y el vaivén de las grandes ciudades, gracias a sus éxitos literarios. "Bajo la luz de la luna es donde me siento bien", cuenta en una entrevista con Pepe Naranjo a raíz de la presentación del libro. Una dicotomía entre desierto y ciudad, tradiciones y modernidad que se encuentra muy presente en sus novelas porque, asegura Beyrouk, "en nuestra cabeza, seguimos siendo nómadas, es un mundo que nos sigue habitando y somos nosotros mismos cuando volvemos al desierto".
'Estoy solo' nos cuenta la historia de un hombre que huye del fanatismo religioso impuesto por quienes han tomado su ciudad escondiéndose en la pequeña habitación de una antigua novia, Nezha, la única persona en la que puede confiar. Allí, en la más absoluta soledad, con el miedo a verse descubierto, comienza un monólogo que le lleva a repasar su vida y la de sus antepasados, a rememorar sus mejores momentos pero también a sincerarse consigo mismo, a reconocer cómo se dejó cegar por la avaricia, y a intentar entender el momento en el que la ciudad comenzó a caer en manos del extremismo.
Se trata de una obra que se puede leer en varios planos. Por un lado, el texto nos hace sentir cómo crece el miedo, la desazón, el pánico incluso, en el interior de este narrador sin nombre, a medida que pasa el tiempo y la mujer que le ha escondido allí no aparece. Es sólo una noche, pero parecen meses los que pasa allí encerrado, con una pregunta recurrente: "¿Por qué no ha vuelto Nezha aún?"
"Pero ¿qué es el tiempo? Ya no sé qué es el tiempo, no significa nada, el tiempo, ayer se disolvió en este preciso minuto y este preciso minuto se diluye dentro de mí, el tiempo no es ni siquiera un verdadero refugio, pues cuanto más me apresuro, más se me escapa y más me siento condenado a permanecer aquí, en esta celda del cuerpo y el espíritu".
Las preguntas se agolpan en su mente: ¿por qué no huyó antes?, ¿qué le llevó a permanecer en la ciudad?, ¿por qué dejó a Nezha, años atrás? Los pensamientos no cesan, cualquier ruido del exterior le atenaza, las dudas le carcomen y la incertidumbre le angustia: confía en Nezha pero a cada momento cree que le ha delatado y vienen a por él.
¿Cómo se llega al fanatismo religioso?Por otro lado, en el texto se desliza una sutil reflexión sobre el avance del extremismo: cómo se ha llegado hasta ahí, cómo terminaron sus amigos presa del fanatismo, víctimas también de la pobreza y los agravios recibidos durante años, qué llevó a cada uno de ellos a convertirse en "seguidores de la sinrazón", en personas que odian la vida y detestan todo lo que la hace feliz: la música, el baile, la belleza, el amor, el fútbol... Un relato que recuerda a la maravillosa película Timbuktú, del también mauritano, aunque nacionalizado maliense, Abderrahmane Sissako, y en la que se aborda el tema del fundamentalismo islámico.
Esta cuestión, confiesa Beyrouk, le preocupa ya desde hace tiempo aunque hasta el momento había preferido mantenerla fuera de sus novelas: "en Mauritania provenimos de un corriente tolerante del islam. Este estallido de violencia no es la expresión de la fé. Es un odio que surge de la miseria, de la explotación...". Y, sin embargo, subraya que esta locura destructiva no es nueva. De ahí el paralelismo que se expone en el libro con la historia de Nacereddine, "el santo de los santos". Una figura que existió realmente en el siglo XVII y que también, en una época de malas cosechas y privaciones, "sumergió a su pueblo en las aguas lóbregas del miedo, quemó tierras ya empobrecidas por el rigor del tiempo, aspirando a una sociedad que a su modo de ver sería justa" y que en la obra aparece como un antepasado del protagonista.
Por otro lado, d estaca también la figura de las mujeres que protagonizan la novela y la vida del protagonista. La mencionada Nezha, que aparece como serena, pudorosa, callada pero sin embargo constante en sus luchas y firme en sus propósitos; la bellísima, apasionada y rica Selma, "que no ha debido pensar mucho en mí estos últimos días, refugiada en la capital al amparo de su padre, habrá contado sus joyas, sus vestidos y se habrá mirado al espejo (...)"; y, por último, la madre, omnipresente a través de las líneas de la novela: una mujer del desierto, pobre, trabajadora, temerosa de dios, de férreas convenciones, la única quizás por la que el narrador, que confiesa "no, definitivamente, no soy un héroe" estaría dispuesto a morir:
"Pero qué es lo que hace que entreguemos nuestra vida por una causa? Los que mueren por una idea son legión. Pero no logro distinguir por qué anhelos moriría yo. Incluso el honor me da igual, hubiera podido aceptar morir por defender a mi madre: pero mi madre no es una idea. ¿Por qué no he sido de la misma raza que los idealistas?Finalmente, no escapan de la obra las referencias a la política -el abandono de la ciudad por parte de las tropas gubernamentales-, la corrupción -que permitió al anónimo narrador amasar una pequeña fortuna a pesar de provenir de una familia pobre del desierto-; o la política internacional, -que llevó al hermano de Nezha a Guantánamo, acusado de terrorismo, a pesar de que dificilmente habría podido matar una mosca-.
En definitiva, Beyrouk traza en este libro de apenas cien páginas un mosaico de personas, reflexiones y preguntas -muchas de ellas sin respuesta- engarzadas por una poderosa escritura capaz de pasar sin estridencias de cuestiones mundanas a profundas reflexiones, todo ello en un soliloquio poético en el que la tensión y la angustia van in crescendo hasta el inesperado final.