Revista Cultura y Ocio

Un asunto entre usted y yo

Por Laesfera
¡Ay doña Adela, doña Adela!, ¿porqué no haría yo caso a mi instinto que me lo advirtió desde que la vi por primera vez? ¡Es que me lo recelaba!, esa figura suya tan huesuda y toda forrada de negro no podía barruntar nada bueno; las primeras impresiones nunca engañan y la que yo tuve al verla es que era usted el vivo retrato de la muerte, doña Adela, tal cual; es que no le faltaba mas que la guadaña. Recuerdo bien que cuando me mudé al entresuelo y la vi asomada al balcón me dije ¡lagarto, lagarto, tengo a la parca viviendo en el quinto derecha! ¡Dios nos libre y guarde! Tenía que haber salido huyendo y buscar otro entresuelo barato. ¡Ay, Señor!, ¿porqué no se dejará uno llevar por las corazonadas?, ¿qué culpa tenía yo, señora mía, de que se aburriera usted de vivir justo en el día, hora minuto y segundo en el que esta alma en pena (bueno, antes de ser un alma en pena) pasaba por debajo de su balcón?; ¿y total para qué? para quedarse así, lisiada , con todos esos huesos desparramados en la cama como está ahora y dejar mi cuerpo serrano, - siempre de tan buen ver, que era la envidia de quien lo miraba- tan maltrecho que ahora está criando malvas en el cementerio de Santa Eulalia; ¡Pues entérese!, no me voy a mover de los pies de su cama hasta que no venga a hacerme compañía; y déjese de hacerle muecas a la enfermera, que ella no me puede ver. Este es un asunto entre usted y yo, ¡Maldita vieja..!
Texto: Román Martín Martin

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