El padre John Bakeni cuenta cómo fue uno de los asaltos del grupo radical islámico a Maiduguri (ciudad de medio millón de habitantes al Noroeste del país y de las más afectadas por estos ataques de la secta islamista).“Nos despertamos con el ruido ensordecedor de bombas, granadas y tiros. Por todos lados se extendió la confusión y el caos”. Sus feligreses le habían confiado que, si los ataques arreciaban, preferían morir en la iglesia antes que en otro lugar.
“Las continuas detonaciones no impidieron que la gente acudiera a la catedral el domingo, fue una lección de humildad y una experiencia edificadora el ver a tanta gente en la Eucaristía, la iglesia estaba abarrotada”, relata.
“Ante tan gran aforo y piedad, cuando llegó el momento de la homilía, vi que no había necesidad de predicar, y les dije: ‘La presencia tan numerosa de ustedes, es una homilía en sí misma’”.
Igualito, igualito que mucha gente que conozco…