Un retrato de los soldados durante la tregua de Navidad / Wikimedia
Mientras en las últimas semanas los medios de comunicación han resaltado la violencia en el fútbol tras la muerte de un hincha del Deportivo de la Coruña y miembro de los Riazor Blues en manos de los ultras del Frente Atlético, el deporte rey también ha servido para paralizar la guerra y traer momentos de paz.
Así sucedió hace 100 años, en Navidad, en una trinchera en Ypres (Bélgica), donde ingleses y alemanes tomaron un descanso para echar un partido de fútbol. El 28 de julio de 1914, 151 días antes, empezó la I Guerra Mundial que enfrentó a buena parte de Europa.
Eran vísperas de Navidad, los ingleses miraban perplejos como los soldados alemanes decoraban sus trincheras con adornos navideños, mientras cantaban Stille Nacht (Noche de Paz). Los soldados del Reino Unido, guardaron las armas y respondieron entonando otros villancicos.
Entonces, según relata Willie Loasby, un soldado británico, él fue el encargado de cruzar la tierra de nadie entre los dos ejércitos. El uniformado inglés de 25 años venció sus miedos, se armó de valor, tal vez hasta le sudaban las manos, y se adentró en territorio alemán, según relata en una carta de ocho páginas que envió en ese entonces a su madre y que ahora se acaba de vender por 25.000 euros.
Una vez ahí, Lobsy conoció un oficial alemán que le preguntó si había entre ellos algún francés y él respondió que no, que “diez franceses no hacen un inglés”, explica en la carta. Tras varias bromas sobre los franceses, los alemanes invitaron a chocolate y cigarrillos al inglés.
Entonces, pasó uno de esos milagros que, a veces parece que solo permite el fútbol o el deporte: ambos bandos dejaron su lado de la trinchera y en el suelo helado hicieron correr el balón.
Johannes Niemann, un teniente alemán, explicó también en una carta que todo empezó cuando un soldado escocés apareció cargando un balón de fútbol. “Los escoceses hicieron su portería con unos sombreros raros, mientras nosotros hicimos lo mismo”, relata en su carta Niermann, quien añade que descubrieron con sorpresa que “los escoceses jugaban con sus faldas, y sin tener nada debajo de ellas”.
Sin árbitro, pero siguiendo rigurosamente las normas. Ese partido duró una hora de paz.
Ese fue un partido espontáneo y humano, que disputaron los soldados que se jugaban la vida en la primera fila de la batalla y sin el consentimiento de sus superiores.
“Sin embargo, una hora después (de que empezara el partido), cuando nuestro Oficial en Jefe se enteró de lo que estaba pasando, mandó a suspender el partido. Un poco después regresamos a nuestras trincheras y la fraternización terminó. El partido acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra. Fritz marcó dos, y Tommy uno”, cuenta Niermann en la carta.
Así terminó un instante de paz, en una larga guerra que se alargó hasta el 11 de noviembre de 1918, casi cuatro años más tarde. En total, 65,8 millones de soldados lucharon en la Gran Guerra. De estos, 1 de cada ocho perdieron la vida en la batalla. Tras cuatro años de conflicto que arrasó Europa, murieron alrededor de 10 millones de personas, entre civiles y combatientes.