Revista Coaching
Esta semana he dedicado un día completo a mi propia formación y tres sesiones en Zaragoza, Madrid y Guadalajara. Curioso que en las comidas que han seguido a las sesiones en los tres sitios, los tres días me han contado la misma sensación: esta crisis, que ya queda claro que no sólo es económica, sino de valores, nos está agriando el carácter. Ya no sólo nos enfada la actitud de nuestros políticos o de nuestros jefes sino que nos levantamos malhumorados desde que ponemos el pié en el suelo. Cualquier mínimo roce nos hace saltar, parece que andamos a la búsqueda de algo que justifique nuestro cabreo.
Una mañana de otoño, un pescador y su hijo se lanzaron a la mar con intención de llenar sus redes de peces para procurarse el jornal del día. El tiempo era bueno, pero conforme avanzó la mañana el viento empezó a soplar cada vez más fuerte y a traer hasta la zona amenazantes nubes negras. El pescador, advirtiendo el peligro, decide regresar a puerto pero la fuerza del oleaje avería su motor y obliga a padre e hijo a remar hacia la costa. La embarcación avanza a duras penas entre las desenfrenadas olas cuando el hijo descubre a lo lejos un barco algo más grande que el suyo.
- Papá, parece que aquel barco viene hacia nosotros
El padre, levanta la vista hacia el horizonte y silencioso continúa remando. En medio de las olas la desconocida embarcación se acerca más y más.
- ¡Papá! - chilla el hijo- ¡¡ese loco va a chocar con nosotros, viene en línea recta!!
El padre sigue en silencio remando
- ¡¡Papá!!. ¡¡Ese insensato va a embestirnos!!. Estoy seguro que quien gobierna el barco quiere matarnos y enviarnos al fondo del mar. ¡¡Papá!!.
El hijo se incorpora y desde la proa hace grandes gestos como para que le vean sin dejar de gritar:
- ¡El marinero está tranquilamente tumbado en su cubierta!. ¡Su inconsciencia va a matarnos! ¡¡Asesino!! ¡¡Criminal!!
Las dos embarcaciones siguen aproximándose, pero justo antes del impacto el padre con un golpe de timón vira su barca hacia babor y por los pelos, evita la colisión.
- ¿Te has fijado quien estaba en el barco? - preguntó el padre al hijo.
- Si. Lo que me había parecido un hombre dormido era simplemente un saco abandonado arrojado sobre la cubierta de la embarcación
- ¿Has visto contra quien te has enfadado hijo mío?.