un buen ejemplo
Homenaje a un deportista retirado. El reportero lo señala como un ejemplo para las futuras generaciones, fuera y dentro de la cancha. El tipo agradece y todos se emocionan.Llama la atención porque el deportista tuvo una carrera con luces, que certificaban su talento, pero que no logró explotar todo su potencial como hubiera debido. El deportista en cuestión hacía gala de no entrenar de más, de disfrutar de los placeres de la vida, de no exigirse a fondo. Decisión personal totalmente razonable que le permitió igual lucir en la actividad. Pero eso está lejos de ser un ejemplo para las futuras generaciones.
Pero además, el tipo fue bastante jodido fuera de la cancha, afecto a las internas que atentan contra el equipo, priorizando su negocio particular a costa de afectar la concentración en momentos claves que sirvieron para desaprovechar oportunidades históricas.
Entonces, me pregunto, ¿es necesario postularlo como un ejemplo para las futuras generaciones? Nadie le va a pedir al periodista de turno que le haga una entrevista para pasarle facturas de su carrera. Ya fue, el tipo se retiro, cabe el homenaje. Pero no alabar sus defectos. Porque ése es mensaje confuso para las generaciones por venir.
¿Qué podrán aprender de este deportista los pibes del futuro? ¿A rosquear? ¿A irte de joda y desatender el entrenamiento? ¿A que te quedés contento con estar allá arriba, en el montón, cuando pudiste ser el número uno en tu actividad?
La crítica no está dirigida en especial a este deportista. Son elecciones de vida y uno sabe hasta dónde puede, quiere y sabe dar. El dedo está puesto, en cambio, en la llaga del periodismo amigo que intenta justificar lo injustificable, alabando aquello que debe criticar. Y, sospecho, esto se relaciona con la falta de consenso en los valores que debería priorizar nuestra sociedad.
Argentina ha caído en una malversación de valores. Nos enorgullecemos de conductas que son esencialmente negativas. En vez de aceptar la falla y proclamar que no se tiene la fuerza de carácter suficiente para superarla, se pavonea el defecto con orgullo y esperamos que nos aplaudan por nuestras carencias. Si consideramos que la verdad es relativa, que nada es lo suficientemente malo para ser considerado malo, bastardeamos los verdaderos logros, los ejemplos a imitar, las auténticas hazañas del alma humana. Si consideramos que todo da igual, si es lo mismo el tipo que no dio el 100% que el que dejó todo en pos de un sueño, terminamos en como terminamos: una sociedad mediocre, enredada en la calesita de la autojustificación, el lloriqueo y la corrupción.
Para empezar a cambiar las cosas, habría que ser un poquito más exigente a la hora de elegir ejemplos.