Revista Cultura y Ocio

Un caballero en Moscú. Amor Towles

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Un caballero en Moscú. Amor Towles
     "-El rey se fortifica con un castillo -comentó el conde-, y el caballero, con un escritorio."
     Hay libros que vienen con el aval de la persona que te los pone en la mano, y ese fue el caso de el libro de hoy. Hoy traigo a mi estantería virtual, Un caballero en Moscú.
     Conocemos a Aleksandr Ilich Rostov, miembro del Jockey Club, maestro de caza, receptor de la orden de San Andrés... en definitiva, un caballero. Cuando lo conocemos ha sido juzgado y condenado por haber escrito un poema años antes y ha conseguido esquivar una bala en su cabeza a cambio de un arresto domiciliario en el emblemático hotel Metropol. Donde antes poseía una suite, ahora es relegado a una habitación minúscula de la buhardilla, estrecha y con una ventana tan pequeña como un sello de correos. Este hotel situado en la plaza del Teatro será el mundo en el que se mueva Rostov, y descubriremos a lo largo de tres décadas que es un universo en sí mismo que refleja una época complicada para los rusos.
     Una de las primeras cosas que uno percibe al leer esta novela, es la sensación de estar ante uno de esos libros que se escribían "de antes", en los que con cierto tono de fábula se ponían de manifiesto una serie de valores y en los que el narrador era una parte importantísima de la novela. En este caso, el narrador y sus notas a pie de página destilan un tono irónico muy acorde con el conde protagonista y uno casi puede imaginarse a ese observador parapetado tal vez detrás de un periódico y emitiendo ocasionales suspiros de desdén. Sin él, y no sólo sin el conde, este libro no hubiera sido lo mismo. Todo es le obliga a estar pendiente del lector, incluso dirigiéndose a él.
     Pese al periodo que abarca, de los años veinte a los cuarenta, el autor no convierte a las guerras en un eje principal y son poco más que meras circunstancias para nuestro conde que pasa a formar parte articulada de un hotel y disfruta de todos y cada uno de los placeres de la vida, ya sean un concierto de piano, o la capacidad para paladear un gran vino que sabrá distinguir por las marcas de la botella cuando se les retiran las etiquetas. Towles, además, nos relata una historia en la que cada detalle existe por un motivo y que, aunque tiene un comienzo lento en el que las presentaciones ya sean o no formales son algo inevitable, va ensamblado cada punto a medida que se avanza para terminar con un final que nadie hubiera supuesto en los primeros capítulos. Así como el libro avanza haciendo disfrutar al lector, a medida que nos acercamos a la última parte sentimos además la necesidad de saber qué va a suceder. Todo un acierto a mi modo de verlo.
     A lo largo de las cinco partes que forman este libro, desfilarán florista, cocineros, bailarines, comisarios de cultura y bolcheviques, diplomáticos y empresarios, amigos o no de nuestro conde que, siguiendo las líneas de aquella literatura de antaño, personificará el amor por esa Rusia tradicional en la que, ser un caballero era algo muy serio y se decía con una voz empañada en orgullo. Aunque alguna vez haga las veces de camarero. Nuestro conde vive también el amor, ya sea en el sentido más natural o el tierno ante la historia de una niña huérfana, y su vida nos hará testigos de un país que pasa por guerras, gulag y hambruna, que sobrevive a Stalin y también de un abanico de personajes inolvidables ya sean o no fieles amigos a Rusia y al conde.
Un caballero en Moscú. Amor Towles
     Podría seguir hablando de Un caballero en Moscú y dar detalles de cenas, de amigos que aparecen y desaparecen, diplomáticos y algún guiño escondido, al igual que en esta entrada he dejado un par de pistas para aquellos que lo hayan leído ya. Sin embargo, el resto de la historia es mejor que la descubráis con vuestros propios ojos, no quiero privados de un momento de disfrute de esta magnífica novela.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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