En la Villa, más concretamente en Chueca, por muy nublado que amanezca el día siempre es posible disfrutar de manera íntima y personal de un pedacito de cielo ¿No me crees? Sigue leyendo, comprobarás que no te miento...
A Madrid le acompañan muchos sobrenombres y coletillas, la amplia mayoría ganados a pulso con el devenir de los tiempos. Uno que seguramente hayáis oído es el de "la ciudad que nunca duerme" y es que en buena parte es así, en su distrito más comercial la actividad nunca cesa, restaurantes abiertos hasta horas intempestivas se muestran desafiantes a las almas más noctámbulas. Estos locales representan fielmente el espíritu de una ciudad que no descansa sin embargo, hoy descubrimos que en Madrid también hay otro lugar que jamás cierra y en el que se respira un ambiente radicalmente opuesto al que uno siente al caminar, por ejemplo, por la Gran Vía. En esta ocasión os desvelo un pedacito de cielo que habita en Madrid, así como lo leéis, a espaldas del conocimiento de mucha gente...
Siempre he mantenido que los mejores secretos son lo que te llegan a ti sin esperarlo, ese factor sorpresa hace que aún los mires más fascinado si cabe. En estas circunstancias descubrí este lugar tan especial el pasado viernes, una capilla de la que admito, había leído sobre ella e incluso visto alguna fotografía pero encontrármela sin advertir su presencia hasta segundos antes, hizo que el encuentro fuese realmente imborrable. La realidad es que el viernes por la noche estaba buscando un cajero para sacar dinero. Me encontraba por la parte más sosegada y tranquila del Barrio de Chueca, por la zona de la Calle de Luis de Góngora cuando me llamó la atención un acceso. Todos los locales y establecimientos contiguos estaban cerrados sin embargo, dos cruces iluminadas sobre sendas puertas de madera me pusieron en alerta. "¿Una iglesia abierta un viernes a las once de la noche?". No lo dudé ni un momento, ya me olvidé del motivo de mi caminata y me encaminé a su interior. Fue entonces cuando leí de qué lugar se trataba. "Capilla del cachito de cielo". Ahí estaba otro de los secretos que tenía apuntados en la agenda. Madrid me había vuelto a ganar la partida. Se me escapó una sonrisa de complicidad aunque mi humor, en aquel momento, no era ni de lejos alegre.
Lo que más me sorprendió al entrar fue el elevado número de devotos que se encontraban rezando a pesar de las altas horas que ya eran. Eso y el sepulcral silencio que se sentía, una sensación tan rotunda que llegaba a resultar incómoda. Realmente hacía mucho que no encontraba un lugar tan impactante. La capilla es muy pequeñita y pertenece a las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Su origen lo encontramos en 1911 cuando su fundadora María Emilia Riquelme y Zayas logró convencer a los dueños del edificio que se lo cediesen y poder destinarlo a un convento. Recogida y de escuetas dimensiones, cuenta con varias particularidades, la primera son los adornos azules que podemos observar en distintos puntos como en el altar central. Estas tonalidades, y su diminuto tamaño, son las que le hicieron ganarse el apodo de 'cachito de cielo'.
La otra característica que hace tan especial a este lugar es que se trata de un espacio de Adoración Perpetua. Esto se traduce en que siempre esté abierta, a cualquier momento y día del año, con gente adorando y venerando al santísimo. Hay una persona que es la coordinadora central que se encarga de organizar los diferentes turnos para que siempre haya adoradores (Por cierto, en la puerta es posible inscribirse y dejar tus datos para la Adoración). Confieso que desconocía la existencia de este hecho, no sólo en Madrid sino en cualquier otro punto. Una capilla que siempre permanezca abierta y disponible al culto.
Este 'cachito de cielo' impresiona por su belleza y por, como os indicaba, el esclarecedor silencio que impera en él. Uno jamás podría imaginar que exista en pleno Chueca, un barrio que precisamente no se caracteriza por ser sosegado y calmado, un rincón de esta índole. Su blanco impoluto salpicado de azul con sus vidrieras y adornos lo hacen un lugar diferente que nadie debe pasar por alto. Si pasáis por la Travesía de Belén no tenéis excusa para visitar este secreto ya que da igual a la hora que vayáis, siempre encontraréis sus puertas abiertas. Es verdad, Madrid no duerme, pero eso no significa que sólo lo haga en cuanto a comida y/o restauración, también hay otros lugares que hacen que esta ciudad nunca termine de cerrar sus ojos.
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