Revista Cultura y Ocio

Un calor tan cercano, de Maruja Torres

Publicado el 02 octubre 2011 por Goizeder Lamariano Martín

Un calor tan cercano, de Maruja Torres

Título: Un calor tan cercano

Autora: Maruja Torres

Editorial: Alfaguara

Año de publicación: 1997

Páginas: 269

ISBN: 8420482129

Este es el segundo libro de Maruja Torres que leo después de Fácil de matar. Dos novelas publicadas con catorce años de diferencia. Dos novelas completamente distintas que, sin embargo, han conseguido entusiasmarme. Y, en los dos casos, la culpa ha sido de sus protagonistas. De Diana y Manuela, dos mujeres inolvidables.

Conocemos a Manuela mientras viaja de Madrid, la ciudad en la que reside, a Barcelona, su ciudad natal, para asistir al entierro y el funeral de su madre, Mercedes. Es una escritora famosa, una mujer libre e independiente. Pero tan sólo dos capítulos, el primero y el último, pertenecen al presente, al otoño de 1987.
El resto de la historia pertenece al pasado, a los recuerdos de Manuela, a su vida, su día a día, sus sueños, sus miedos, sus ilusiones y sus dudas de cuando era una niña de once años que vivía en la Barcelona de la posguerra, en el piso de su tío Ismael y su tía Amelia. Ellos les acogieron a ella y a su madre desde que, a sus siete años, su padre, el Paisano, les abandonó. Las dejó solas, pero también libres y a salvo. Él sólo era un murciano borracho y violento que nunca les dio nada.
Mercedes y su cuñada, Amelia, son como hermanas. Las dos son igual de tristes, de grises y de cotillas. Obsesionadas con conocer la vida de todo el barrio, especialmente las desgracias, disfrutan dando lástima con sus propias penurias. Pero hay algo que les hace disfrutar todavía más. Asustar, amenazar y controlar a la pequeña Manuela. Y, por supuesto, interrogarla para que le cuenten dónde ha ido con su tío Ismael.

Porque eso es lo que más le gusta hacer a Manuela, recorrer las calles del barrio con su tío y descubrir la ópera, los tangos, el frontón, las librerías, pero también las tabernas, los bares, las pensiones o las calles llenas de prostitutas y borrachos. En definitiva, conocer todas las cosas incluidas en la lista de prohibiciones del barrio de su tía y su madre.

Pero, por encima de todo, a Manuela le gusta estar con su tío Ismael y con su prima Irene, mayor que ella. Sabe que entre ellos hay algo, aunque no está muy segura de qué es. Le encanta pasear con ellos por el puerto. Imaginarse que los tres se montan en un barco y se marchan lejos, muy lejos, los tres solos. Alejándose de Amelia y de Mercedes.

Aunque también le gustaría llevarse al pequeño Tomeu, el hijo de Irene. Su padre también los abandonó y se marchó a Francia. Pero mientras él sueña cada día con su vuelta, Manuela teme el día en que su padre pueda volver para llevársela.

Así, página a página, nos adentramos cada vez más en esta Barcelona de rivalidades entre nacionales y rojos, de burlas entre ricos y pobres, una Barcelona en la que las mujeres del Auxilio Social acuden a casa un día sí y otro también. Y hay que aparentar. Siempre. Porque las apariencias son lo único que importa.

Eso, y sobrevivir cada día al hambre, a la falta de trabajo y de dinero. Continuamente vigilada, controlada y agobiada por esas dos brujas, Manuela siente que se asfixia y que se ahoga, su tos no le deja vivir y su madre y su tía tampoco. No tiene amigas, no va a la escuela, no hace nada.
Por eso, cuando un verano su vida cambia, crecerá de golpe. Física y, sobre todo, psicológicamente. Poco a poco abandonará su infancia y comenzará a comprender muchas cosas. De Ismael, de Amelia, de Mercedes, de Irene y, sobre todo, de sí misma.

Aprenderá que la vida es compleja y que todos podemos ser muchas personas distintas a la vez. Y aprenderá que para avanzar, para crecer y madurar, para vivir el presente y pensar en el futuro se necesita cerrar el pasado o, al menos, estar en paz con él, sin remordimientos, sin cuentas pendientes.

Una novela intensa, una historia que fascina y seduce desde el principio hasta el final, una historia entrañable, cercana, dulce y amarga al mismo tiempo, dura y tierna. Una historia real con una protagonista, Manuela, a la que es imposible no coger cariño y no compartir su curiosidad, sus ganas de jugar con niños de su edad, sus ganas de ser libre, de ser feliz y su deseo de encontrar en Ismael, en Irene, en Barcelona o donde sea un calor que su madre no ha sido capaz de darle. Un calor tan cercano que ahora, tres décadas después, todavía quema la piel.


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