Revista Libros
Julio Camba.
Haciendo de República
y artículos sobre la guerra civil.
Libros del Silencio. Barcelona, 2010.
Para inaugurar su colección de ensayo El arte de la discusión, Libros del Silencio publica Haciendo de República y artículos sobre la guerra civil.
No es este, digámoslo ya, el mejor Camba. Es un Camba menor y despechado que escribe con el rencor hacia quienes no le nombraron embajador de la recién nacida República. Ese es el único telón de fondo, el poso turbio del que surgen unos artículos en los que ni siquiera brilla la prosa de otros libros suyos.
Es el Camba que vende su pluma mercenaria a Pedro Sainz Rodríguez, que le compra sus artículos antirrepublicanos para publicarlos en 1934 en un volumen; el que se rasga las vestiduras con la sangre de Casas Viejas, que provocaron quienes poco tiempo después encabezarían la represión franquista en Granada, jaleados ya por un Camba que desde el ABC de Sevilla celebraba aquellas matanzas y a su cabeza visible:
¡Franco, Franco, Franco!... Una de las cosas que mejor demuestran la limpieza de nuestra vida pública es esta claridad con que pronunciamos todos el nombre del Caudillo. Franco. Francisco Franco Bahamonde. ¡Saludo a Franco! ¡Viva Franco!
( El tabú. ABC, 11 de enero de 1938)
No es la mejor prosa de Camba. El resentimiento la hace opaca y áspera, el odio la inhabilita para la ironía y la sal gorda la hace incompatible con la sutileza de la prosa o el humor de sus mejores páginas. En Haciendo de República y artículos sobre la guerra civil está el Camba más bilioso y malhumorado, el que regala al lector párrafos abominables como este:
De ser ciertos los rumores en circulación, Azaña quiere pegarse un tiro y, con todo el respeto que me ha inspirado siempre la vida ajena, diré que la idea no me parece completamente mala. Más cuerdo, sin embargo, más sensato y más puesto en razón, me parecería todavía el que ese desgraciado se volviera loco de una vez y acabara su triste existencia sujeto por una camisa de fuerza.
( El Alcubilla y Las mil y una noches. ABC, 12 de agosto de 1937)
Es verdad que ya en febrero de 1940 se percibía un asomo de decepción con la nueva España en su artículo Horarios.
Claro que tenía motivos aquel anarquista que acabó viviendo en el Palace y vitoreando al Caudillo. Pese a todo, seguían sin nombrarle embajador.
Santos Domínguez