Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.
Esta semana: UN CASO DE DOLOR CRÓNICO. Un caso real sobre una persona con dolores persistentes y que nos da algunas claves sobre cómo se puede ayudar desde la psicología a las personas que padecen este problema.CONSULTAEscribo porque me siento atrapada. Hace tres años fui víctima de una mala praxis. Me pincharon en el nervio ciático por error. Llevo todo este tiempo buscando soluciones a mis dolores y no las encuentro. Los medicamentos para dichos dolores me desestabilizan mucho, los tuve que dejar. He probado de todo, fisioterapeutas, médicos, ahora estoy yendo a un osteópata. Rehabilitar sería mi cura, pero no puedo con los dolores que me provoca. Esto ha afectado a mi vida laboral y social y a mi situación económica. Y lo peor, estoy deprimida, no veo salida, estoy cansada después tres años de dolor y lucha, pero quiero salir de esta situación.
RESPUESTA
En primer lugar decirte que entiendo que la situación de vida por la que estás pasando no ha de ser nada fácil ni agradable. Entiendo tu dolor. Pero también entiendo que hasta ahora, lo que has hecho ha sido luchar contra el dolor, te has dicho a ti misma “no quiero sentir este dolor, no puedo ni debo sentirlo”. Esa lucha, esa resistencia, te ha generado agotamiento emocional, llevándote a experimentar los sentimientos depresivos y de desesperanza que nos comentas. ¿Y si en lugar de luchar contra el dolor, lo aceptaras?Desde la Psicología, la investigación sobre dolor crónico nos muestra que la lucha frustrada lleva a un estado de ansiedad y de depresión que a su vez potencia las sensaciones dolorosas. La aceptación disminuye el sufrimiento e inicia un proceso psicofisiológico a través del cual el dolor se hace más tolerable, porque nos habituamos a él. Habituándonos a las sensaciones disminuye la ansiedad, el miedo y la depresión, y tendremos menos sensaciones asociadas al dolor. Además, a través de la aceptación, el dolor deja de limitarnos tantos, abriéndose entonces la puerta del compromiso hacia la adaptación en áreas como la social o la laboral.