Revista Cultura y Ocio
En las entrañas de un Expresionista.
(Estudio artístico realizado a dos manos)
Todas las imágenes fueron realizadas por el artista Fabio Vargas y los derechos de autor son exclusivamente de él.Octavio paz, el gran crítico mexicano, y quizás hoy por hoy el último gran intelectual importante de América que vale la pena leer después de Borges, siempre atento al porvenir del arte buscó acuciosamente un algo que relacionara la pintura con la poesía; no obstante, lo logró. En uno de sus primeros escritos intentó dar una definición acerca del objeto de la pintura, argumentando que “El cuadro [era] un sistema de relaciones, valores y signos; y [que] cada cuadro [era, según sus palabras] una investigación y una crítica de sí mismo”. Más adelante un poco más convencido de su investigación afirmó que “el pintor es aquel que traduce la palabra en imágenes plásticas”. Quizás no erraba al decir aquello, Antes Kandinsky, ese gran elaborador de garabatos infantiles y seriamente pensados por un Dios, intentó crear una semiótica del arte a partir de una teoría sintética de lo abstracto que fue más una deconstrucción de la línea en el color. Dalí profundizó con ansia en un método que sirviera para canalizar los trastornos; buscó a través de su paranoicismo-crítico controlar el material inconsciente y produjo con ello una innovadora secuencia de obras oníricas; Baudelaire, el gran poeta que traficó con la palabra y nos comerció la mejor producción de todos los siglos, le gustaba mucho hablar de un arte moderno o de una postura moderna, que fue esencia de aquella cría de pseudo-pensadores que bautizaron un período de la historia con la definición del alcohólico parisino. Adorno y Benjamín lucharon por arranncar de las tendencias industriales a la estética por medio de un alegato poético que buscaba deslegitimar los discursos del arte y el compromiso y reivindicar esa sabia y surrealista frase de los parnasianistas “del arte por el arte”. Todos intentaron cosas fervorosas, ninguno, sin embargo, procuro interpretar en el arte lo único que este es; posibilidad de descarga íntima que tiene un ser que ha sufrido la hipertrofia de la sensibilidad.
Puedo defender este postulado. Desde niño me vi rodeado por el arte, este fue para mí una fuente de conocimiento, de comunicación, de consuelo, de desahogo, de percepción y trascendencia. Si lo místico existe está en el arte. Pero sobre todo en la pintura.
Nadie como Fabio Vargas para darle argumento a mi tesis. Este artista, que se autoproclamó como “cazador de naderías” me trasmitió de manera secreta, iniciática y disimulada lo que era el arte.
Arrastrado desde su infancia por el asombro que le producían las narraciones de su abuelo y las figuras en balso que creaba su padre, el curioso campesino comenzó un deleitable vicio por los colores y las palabras. Primero fue el rapto a los ojos de la virgen, luego las mil historietas de vaqueros y la biblioteca roída de un difunto. Así fue creciendo, buscando verdes o rosicleres puestos de improviso ante su felicidad.
Cuando se aburrió de aquello que ya no podían decirle las hojas de plátano que perseguía su buey descomunal y manso, comenzó entonces una travesía de caudal desde aquella finca ajena hasta la ciudad que esplendorosamente solía llamar “la perla del Otún”.
Allí Rubén Jaramillo lo aceptó como un hijo perdido y le fue trasmitiendo los secretos de un oficio milenario; pero su ansiedad y afán por volverse ignorante, abarcando cada día, más conocimiento, lo desesperaba.
Como todos, comenzó replicando obras que configuraban el estudio de la figura humana y que de alguna forma buscaban ser abstractas. Sin embargo algo, parecido al presentimiento de los silbidos del viento en la noche lo llevaron a lanzar una moneda al aire dejando al azar la suerte de su arte.
Vagabundo, erró por casi toda la geografía colombiana y bajo el alias de “Zeuxis” comenzó a promulgar con colores, los mitos y leyendas que recogía de cada región. Sus formas todavía apegadas al espectro y el desgarramiento le hicieron concebir mohanes gordiflones parecidos a un hombre increíble borracho y sátiro.
Los años poco a poco le fueron otorgando la tierra y entre tanta maraña fue consumando el terruño. Su obra no puede concebirse sin esa cualidad genial que llevan los rebeldes y los creadores, los que ven duendes donde sólo los demás observan lodo. Capaz de darle vida a las piedras de las quebradas o de metamorfosear hasta la hojarasca en pieza de color esencial para los paisajes, el cazador de naderías logró después de tanta búsqueda concebir su mejor método.
Su expresionismo no obedece a una deformación de la realidad ni tampoco proclama la expresión subjetiva de lo que el universo encarna en el hombre. No. Su visión expresionista, es una caza de intimidades, de agonías. Así su literatura y su poesía. Su método es la exploración de todos los estilos posibles dejando en cada uno de ellos el suyo propio. Un sello que se basa en la expresión de un tema convertido en desgarramiento por medio de cualquier técnica. Su pintura trasmite una enfermiza preocupación por la condición de la sensibilidad humana. Su arte es la muestra de aquellas crisis de hipertrofia consumadas bajo el avasallador tormento de la felicidad.
Este ser que sufrió la capacidad aterradora de poder captar con toda la sensibilidad el alma de las cosas, también, es necesario decirlo, convirtió mi vida y me bautizó no sólo con su seudónimo artístico otorgándomelo como una runa que marcaría mi destino sino que a la vez logró inundarme en un baño de leyenda donde el mito ritualizó mi piel siempre presta para el asombro. Ese hombre, que plagó mi infancia con la maravilla y que imaginé como el mejor de los hombres posibles, fue mi primer maestro y quizás el último. Ese hombre, el Hombre, es mi padre.
He aquí una mínima muestra de su trabajo:
Título: Pesadilla del leñadorTécnica: Acrílico sobre triple
Tema: La obra es una alegoría a la trashumancia de los colonos que domeñando la montaña a punta de hacha domesticaron el paisaje sometidos al rigor de una labor titánica.
Descripción de la forma y contenido: El cuadro en sí esta concebido a partir de tres líneas de tensión. La primera un tercio del espacio limitado por el horizonte filoso de las hachas, la segunda, la línea vertical de la figura humana que da un salto de suspenso para el espectador comprendido entre ese mar filoso y la punta del tronco que sobre su cabeza recuerda la espada de Damocles sumada a la línea oblicua de la tortura como tercera línea tensión. La figura muestra la parte obsesiva que convive con un hacer consuetudinario lo que provoca un clímax febril en el subconsciente del individuo el cual involucra al espectador en un asombro por la seguridad con que lo vemos saltar sobre el horizonte de su hacer común el cual oscila de manera insólita como un abandono de los troncos yuxtaponiendo la fuerza ascendente de las hachas que le brindan seguridad porque sabe que es el asidero de su diario vivir, en contraste paradójico con el tronco descendente y el travesaño que es a la vez tormento de un destino al que no puede escapar.
Color: la atmosfera se somete a unos colores fríos que van del amarillo al verde indicando su relación con el bosque. La luz se nace como una reflexión ascendente de las hachas que bañan al conjunto en un ambiente de suspenso en contraste con una luz que entra por la derecha desde la parte superior circunvalando en un fuego de iluminación que provee de vigor a la figura del leñador.
Titulo: Disgregación del último desconcierto
Técnica: Vinilo sobre madeflex
Tema: es la fuerza de una semblanza atónita que retoma su antecedente en la historicidad anecdótica de la destrucción causada por el efecto de las bombas que los carteles del narcotráfico causaron dolor a Colombia en la década de los ochenta.
Descripción de la forma y contenido: la tensión parte del principio de líneas que van hacia el centro en punto de fuga con un extraño juego inverso que connota la expansión la cual arranca del punto centro (la explosión de la bomba), hacia el frente distorsionada por la posición vertical de las figuras que ajenas a un acontecer se desgarran en descuartizamiento de desconciertos donde no se atina a concretar que pasó ene l momento ahí la razón del desconcierto. Es un testimonio desgarrador del alma y cuerpo. Los rostros reflejan el último desconcierto.
Color: El color refleja pasión abrupta, explosión, muerte, sangre.
Titulo: Hombre!... te confundí con la bestia
Técnica: Oleo sobre madeflex
Tema: el artista se obsesiona con la violencia no solamente nacional sino mundial. Aquí toca un aspecto a nivel universal que involucra al espectador en una crítica del acontecimiento bélico que conlleva a la deshumanización. De ahí el título que en el que el autor juega con hilaridad fría
Descripción de la forma y contenido: la tensión del cuadro es global con una extraña fuerza apocalíptica que hace recordar el paso de uno de los jinetes del Apocalipsis sin desvincularnos de una realidad tangible a la cual no podemos ser ajenos; el acabamiento del hombre por el hombre. Da a entender que la bestia es más humana que el hombre en sí. La figura que cabalga porta un misil que apunta lo terrenal. Bajo las patas de la bestia vemos dos figuras que alegorizan a los caídos y de manera cruel el irrespeto a la violentación de la paz la cual se muestra pisoteada.
El cuadro en general es una vulneración absoluta y dolorosa que tiene por fondo el horror de las bombas nucleares.
Es un cuadro de alegorías.
Color: los colores se trabajan escandalosamente cálidos. La figura del jinete está tocada en colores violeta que indican tragedia permanente. En desigual contraste con el color explosivo que tensiona el centro encontramos el azul profundo de silencio y muerte.
Título: Pabellón de los estresados irredimibles
Técnica: Oleo sobre triple
Tema: trata de la angustia existencial de seres que tensionados por su tragedia se alienan y se derrotan sin alcanzara la luz en el laberinto de lo irredimible.
Descripción de la forma y contenido: todas las líneas dirigen una tensión de fuga hacia el centro contextualizado por un laberinto de salidas y entradas sin punto fijo, se aprecian figuras colgantes de suicidas y de yentes y vinientes sin derrotero que marchan ignorando la luz del centro. No hay escapatoria. El conjunto en general visto a distancia configura la máscara de la muerte. Los paralelogramos flotantes son una alegoría a la situación de ingravidez de los alienados. Desconcierta la presencia de la figura superior en primer plano de la cual no sabemos si desciende o asciende. En sí es cuadro derrotista.
Color: es un juego de colores que van de los semi cálidos a lo fríos.