Montesirín le ha salido respondón a Zapatero. Él ya no pierde el tiempo con modestos rivales provinciales como Viera, ni tan siquiera como Griñán; ahora les ha llegado el momento a los grandes estadistas, que once años dirigiendo a la capital de Andalucía dan para mucho.
Por eso, ahora que no tiene nada que hacer en política, opta por pasar al Presidente del Gobierno por la izquierda y defiende que el recorte salarial a los funcionarios es “un poco injusto”.
Según su excelsa teoría de la función pública, hay funcionarios que se lo merecen sobradamente, pero existen otros a los que habría que incrementarles el sueldo el doble. Probablemente se referirá a aquellos que le han seguido la bola con fidelidad devota y han colaborado a su obra magna para la historia de la ciudad; dejar las arcas públicas del consistorio en la más absoluta de las ruinas. Es una lástima que el alcalde no se haya aplicado esa revolucionaria doctrina a sí mismo, nos hubiera ahorrado a los sevillanos un buen pico y un sin fin de disgustos.
Podría tomar como ejemplo las setas de la encarnación; todo un modelo de gestión eficaz y diligente que ha perforado las arcas públicas como un misil con mala leche y por el que, con toda seguridad, lo van a proponer para el próximo Nobel de economía.
El alcalde ha preferido no pronunciarse sobre la evasión de capitales o ese 25% de economía sumergida que nos lacra. Tampoco sobre el fraude fiscal, la cantidad de sevillanos que sobreviven bajo el umbral de la pobreza o sobre esa esperada reforma fiscal que grave las rentas más altas que no acaba de llegar nunca. Eso ya no es de izquierdas y está mal visto.
Monteseirín, el alcalde que ha creado y alimentado el ayuntamiento más clientelista de la historia de la ciudad, aquel queha ejercido el poder de manera tan opaca que ha proporcionado el terreno más fértil para que florezca la corrupción y el nepotismo, el que ha elevado a las cotas más elevadas la impunidad de la falta y el error, imponiendo el reinado de la irresponsabilidad generalizada, viene ahora a hablarnos de cómo ha de ser la excelencia en la función pública. Se ve que en el mundo de la política no existen los espejos.
Mal lo tienen los seis millones de pensionistas, los cerca de tres millones de funcionarios, los cientos de miles de dependientes y futuras madres, los cuatro millones y medios de parados y todos aquellos que disfrutaban de la ayuda al desarrollo de este país si su abogado defensor ha de ser alguien como el alcalde de Sevilla.
Porque si los resultados a obtener son los mismos que ha recibido a cambio el partido que lo puso en el cargo, van apañados.
Tampoco ha dicho Monteseirín que existe una alternativa que su partido no se ha atrevido a impulsar, por pura cobardía. A tanto no se atreve, todavía.