Eurípides (480-406 a. C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Odiaba la política y era amante del estudio, para lo que poseía su propia biblioteca privada, una de las más completas de toda Grecia. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Se cree que escribió 92 obras, conocidas por los títulos o por fragmentos, pero se conservan solo 19 de ellas (18 tragedias y el drama satírico El Cíclope). Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra.
La fecha de representación de esta obra parece apuntar al año 414 a.C. La pieza pone en escena un episodio de la vida de Heracles, el del asesinato en un ataque de locura de los hijos que tuvo con Mégara, hija de Creonte, rey de Tebas. La acción se desarrolla a las puertas del palacio real tebano.
Mientras Heracles está en los infiernos para traer de allí al can Cérbero, el eubeo Lico ha asesinado a Creonte, usurpado el poder y decidido a matar a toda la familia del héroe. En medio de los lamentos de los condenados hace su aparición Heracles, que se entera por Megara de la situación de su familia. Pero Heracles, de acuerdo con su padre putativo, Anfitrión, mata antes a Lico.
Cuando todo parece encauzado favorablemente, las diosas Iris y Locura, incitadas por Hera, infunden la locura de Heracles, que mata a Mégara y sus hijos. Cuando Heracles despierta de su encantamiento y comprende lo que ha sucedido, decide poner fin a su vida. Pero en ese momento aparece en escena su gran amigo Teseo, rey de Atenas, que no teme contaminarse con su contacto y le convence para que tenga el valor de seguir viviendo y marche con él a Atenas. Un Heracles abatido, pero resulto a vivir, abandona la escena... Espero que disfruten la obra.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
HArendt
[email protected]La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)