Revista Sexo
Prometo no emitir opinión personal ni mencionar la cantidad de apreciaciones que se me escapan con este artículo. Mai Puvin, (o sea yo) ¡Una santa hoy!
Se dice comúnmente que un clavo saca otro clavo. Lo cuál es cierto en algunas ocasiones. ¿Pero qué pasa cuando tú eres ese segundo clavo que están utilizando para olvidar a alguien más? ¿Qué posibilidades existen de que ese segundo clavo no termine siendo sacado por un tercero? ¿o de que simplemente ese hoyo sea tan grande que no haya clavo que lo llene?
Una querida amiga, a quien aquí llamaré Ana, me llamó hace unos meses para contarme que ahora sí había encontrado al hombre de su vida, a su alma gemela, a su media naranja, al padre de sus hijos, al dueño de sus ojos, a su príncipe azul. En dos palabras: al mero mero. Pero como siempre en las historias de mis amigas, el mero mero (en turno) nunca viene sin un pero. En este caso: él acababa de terminar una relación larga larga larga, con una mujer mala mala mala.
Cielos, pensé, ella es ese segundo clavo. Pero no dije nada, sin olvidar que a Ana no le viene bien la crítica ni constructiva ni destructiva. Al fin y al cabo todo puede suceder, me dije. Además estaba contenta por ella que llevaba tiempo buscando pareja, por no decir que estaba locamente desesperada por encontrar a alguien que le hiciera el mínimo caso.
2 a.m. tres domingos después, descuelgo el teléfono y es Ana, llorando: “Fuimos al cine, todo estaba bien, ya sabes la película de Cámeron Díaz, súper romántico, me dio la mano y todo… y cuando salimos, así como si nada, me dice que no está listo para otra relación seria en este momento. No eres tu soy yo bla bla bla… ¿Cómo no me di cuenta?” Acto seguido la búsqueda de culpables “¿por qué diablos no me dijiste nada?”
¡Claro, yo tengo la culpa por no remarcar lo obvio! Pero bueno, olvidaré el comentario de Ana porque estaba sufriendo. Lo cierto es que un clavo que saca otro clavo suele ser una herramienta que una vez que cumple el cometido es desechada. Ana lo sabía, yo lo sabía, es el abc de la sabiduría popular, muchos hemos pasado por eso.
El efímero mero mero, por supuesto, no estaba listo para otra relación, necesitaba espacio, reordenar sus ideas, estaba lastimado y no dispuesto a ponerse en juego una vez más, ni por Ana, ni por nadie. Por el contrario ella estaba lista para enfrentar una relación con todos sus retos, incluso a salvarlo a él de un pasado triste.
Quizá en este caso no era un simple pretexto, no eres tu soy yo… Lo que quizá si pudo haber hecho era haber sido justo con S y haberle dicho eso desde el principio. Pero al final, quiero pensar, ninguno de los tres tuvo la culpa ni él por no estar listo, ni ella por haberlo estado de sobremanera, ni yo por no haber dicho nada. Todos somos clavos y a veces nos toca estar de un lado, otras del otro.
Lo último que supimos de él es que salía con otra chica… y sí esta vez ella era la mera mera, tanto que se iba a casar con ella. Ana es soltera, guapa, y sigue buscando, ya no está tan desesperada y ha prometido no volver a una película de Cámeron Díaz con un hombre.
¿Y tu has usado a alguien para olvidar un amor? o ¿te han utilizado igual que a Ana?
Por: Eugenia Correa, el 09 de octubre de 2009, 04:26 AM
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