Os hago una nueva entrega de mis Cartas a Ella. Si en ese enlace hacía una presentación del proyecto, el segundo texto trató sobre el cientifismo como la nueva religión a la que quieren convertir a la ciencia. En este caso la joven Ella recibe una carta de su abuelo en la que le cuenta sobre la existencia de un complejo medicalizador industrial.
Estimada Ella,
En una ocasión y a raíz de unas publicaciones algo polémicas me preguntaste ¿cuál es el vínculo entre industria, mercado y política sanitaria? La financiación de los sistemas sanitarios, la creación de mercados de salud y los avances tecnocientíficos, en verdad, tienen relación y es necesario entender esas dinámicas para comprender lo que ocurre en la actualidad, que no es otra cosa que el constante avance de eso que podíamos denominar el «complejo de la medicalización industrial».
Puede parecerte complicado pero no lo es tanto. Te explico. En torno a nuestra salud se ha ido creando una especie de red de empresas que venden tecnología para detectar enfermedades, material para las operaciones o medicamentos. Esas compañías, con el tiempo han ido adquiriendo mucho poder por su peso económico y eso permite a sus responsables tener una capacidad de influencia muy por encima de otras empresas e incluso de otros sectores.
Las multinacionales farmacéuticas y de tecnología sanitaria ejercen esa influencia sobre políticos predispuestos ideológicamente y, también sobre profesionales de las universidades y lo que se denominan líderes de opinión porque sus palabras llegan a muchas personas, son muy escuchados. Y también sobre investigadores y profesionales sanitarios de todas las ramas y a quienes forman las asociaciones de enfermos y a los funcionarios. Llegan a casi todas partes del ámbito de la salud y la sanidad.
Ella, el poder no es malo pero por no sé qué extraña circunstancia en nuestra sociedad se ha visto que, por lo general, quien lo tiene lo usa para mal, en vez de utilizarlo para hacer el bien. Ese complejo industrial en torno a nuestra salud y enfermedad ha conseguido que sean los intereses comerciales de las farmacéuticas y sanitarias los que han prevalecido sobre las necesidades de salud de las poblaciones. Y sucede en todo el mundo pues su poder se ha hecho global.
Ahora, mi pequeña, deseo que conozcas algo de la historia de ese enorme poder. Pero antes quiero decirte una frase de un escritor, George Orwell, que nos advirtió con sus libros sobre que
en una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario».
Ella, es importante que conozcas algunas verdades pues si estás bien informada puedes gobernar mejor tu vida y con tus elecciones conseguir que algunas cosas cambien.
Fue pasada la mitad del siglo pasado, el XX, cuando un presidente de Estados Unidos, ya entonces el país más poderoso del mundo, Dwight «Ike» Eisenhower, llamó la atención sobre el inusitado poder político-económico que habría conseguido lo que denominó como «el complejo militar industrial». Estaba formado por la potente industria armamentística y el estamento militar americano.
Unos lustros más adelante empezó a aludirse a otro complejo referido al sector sanitario que también alcanzaría importantes cotas de poder. Arnold Relman, médico internista y profesor de medicina, en su discurso a la Massachussets Medical Society, le llamaría «el nuevo complejo médico-industrial». Éste lo conformarían la poderosa industria farmacéutica y de tecnología médica, junto a instituciones sanitarias diversas, profesionales, directivos y otros agentes sanitarios relacionados con aquella.
Este «complejo» sustenta un gran emporio económico y además ejerce una influencia decisiva en aspectos tan trascendentales como la investigación, la formación y la asistencia médica1. Los citados «complejos», el militar y el farmasanitario, son hoy los dos más influyentes del planeta.
Una de las cosas que hacen es lo que se denomina lobby, que es una palabra que procede del inglés y significa vestíbulo, ahora te cuento porqué pero antes es bueno que sepas que un lobby es un grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor de determinados intereses, es decir, un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir para promover decisiones favorables a ese sector concreto de la sociedad.
A finales del siglo XVIII, el acceso a los ciudadanos a la Cámara de los Comunes de Inglaterra estaba prohibido, por lo que se celebraban reuniones con los diputados en los pasillos o en las salas de espera del Parlamento, denominadas en inglés lobbies.
El acceso de los poderosos a los políticos, que son los que gobiernan, es antiguo pues. En la actualidad, el complejo médico industrial ha extendido sus redes más allá de las instituciones políticas e intenta influir en todos los entes que tengan que ver con su actividad. Lo que está en juego es la propia democracia, el sistema que nos hemos dado los ciudadanos para que sean los políticos los que gobiernen en nombre de la población.
El problema es que cuando un complejo como el que tratamos extiende tanto sus influencias al final no sabes bien quién gobierna, si los políticos elegidos por la gente o el complejo.
Se produce entonces un conflicto de interés, lo que es bueno para la gran industria no lo es para la sociedad.
Ella, los conflictos de interés están muy extendidos (puede incluso que sean inevitables). Por ejemplo, la formación sobre medicamentos y novedosas técnicas sanitarias corren a cargo de las empresas que producen esos fármacos y tecnologías.
Poco a poco el complejo ha ido haciendo esa labor. Se profundiza así en el adoctrinamiento pues tiende a obviarse la información que es sustituida por la propaganda para inculcar determinados valores o modos de pensar en las personas a las que van dirigidas, médicos en este caso. Una cosa es informar, de lo bueno y de lo malo de un medicamento y otra cosa es presentar sólo la parte beneficiosa de una terapia o un enfoque médico.
A través de su constante y sistemático acercamiento a los médicos el complejo medicalizador consigue definir las enfermedades que nos asolan, les enseña a diagnosticarlas según sus intereses y pone a su disposición los tratamientos que produce. Además, genera entre quienes tienen la capacidad de extender una receta la idea de que sólo existe un modo de entender la salud, el que dicta el gran lobby farmasanitario. Lo demás, como no está en ningún sitio porque el complejo está en todas partes, no existe.
Cuando enfermas, Ella, te asaltan muchas dudas, si la enfermedad es grave te ataca el miedo y puedes sentir soledad. Pocas cosas entonces hay tan reconfortantes como conocer a otras personas que padezcan tu misma enfermedad. Para ello existen las asociaciones de pacientes de una dolencia, organizaciones de personas que padecen cáncer o diabetes, por ejemplo.
El problema de nuevo son los conflictos de interés que te explicaba. Para una persona que ha perdido la salud es muy interesante que otros seres humanos en su situación le aconsejen sobre terapias o tratamientos, les recomienden médicos y centros de salud o les ofrezcan otras informaciones sobre cambios en el estilo de vida, por ejemplo y otras cosas que puede hacer para estar mejor.
Pero para el complejo también es muy interesante llevarse bien con ese tipo de asociaciones pues así pueden influir en la información que ofrecen a quienes llegan con su mismo problema y como te he comentado, no es verdadera información sino propaganda. Se ha convertido en normal que las empresas del lobby farmasanitario den dinero a las asociaciones de pacientes.
Les pagan sus páginas web o sus medios de comunicación con los enfermos, participan en actos públicos con ellas y otras acciones que son un marketing perfecto para las empresas porque dan a conocer no sólo la enfermedad sino el enfoque que interesa a sus patrocinadores.
Hace poco tiempo leí sobre un estudio que refleja que el 83% de las asociaciones de pacientes de alguna enfermedad en Estados Unidos (EE.UU.) reciben contribuciones económicas de las compañías farmacéuticas. En un tercio de los órganos de gestión de esas entidades se encontraron ejecutivos o ex de farmacéuticas.
Enfermos e industrias tienen intereses muy distintos, los laboratorios quieren dar a conocer sus medicamentos y qué mejor que una asociación de enfermos de una patología a la que va destinada tu fármaco para promoverlo. Los pacientes ligados por sus asociaciones al complejo industrial son útiles para hacer presión a los políticos y que den vía libre con rapidez a un nuevo tratamiento en investigación.
También para intentar que las administraciones paguen lo que piden las farmacéuticas por un medicamento de reciente introducción en el mercado. Como ves Ella, tras la sinceridad de la cara amable de quien te atiende en una de esas asociaciones puede estar oculta toda una estrategia para manipular a personas sobre su enfermedad y cómo vivir con ella o superarla.
Mi querida nieta, todo este panorama que te describo no ayuda a confiar en el modelo establecido. Pareciera que las personas sólo somos máscaras tras las cuales estuvieran los verdaderos amos de nuestra salud y vidas.
Uno de los ejemplos clave para entender hasta dónde llegar el poder de este complejo que ahora te describo es el control de los organismos que han de velar por la calidad de los medicamentos que consumimos.
La Unión Europea posee la llamada Agencia Europea de Medicamentos (EMA) que ejerce el control de los fármacos que tomamos. Pero Ella, ¿cómo puede controlar los tratamientos de una industria que es su principal cliente?
Me explico. La industria farmacéutica paga para que los empleados de la EMA revisen la documentación que les presentan y recomienden o no la aprobación de fármacos. Estas agencias (además de la europea cada país tiene la suya) son «mantenidas» por la industria que está encantada de que sea así pues en nuestra sociedad quien paga manda y ese control del complejo sobre la institución pública le da cierta garantía de que sus medicamentos logran salir al mercado y es más difícil retirarlos si luego se descubre que alguno provoca daños.
No sé qué piensas tú de todo esto pequeña. A mí no me parece mal cobrar a la industria por este concepto, lo que habría que hacer es reforzar los mecanismos de transparencia e independencia de las agencias reguladoras pues la población puede tener la tentación de pensar que trabajan para las llamadas Big pharma -el conjunto de grandes laboratorios- cuando su misión es garantizar que sólo se venden los medicamentos necesarios, eficaces y seguros.
En estas instituciones también puede encontrarse a gente «de las industrias», lo que refuerza la idea de “complejo”. No hace mucho que la agencia de medicamentos estadounidense establecía que como máximo el 13% de los consejeros podían tener vínculos con la industria. Es decir, entre quienes deciden están las empresas a las que hay que regular. Es como poner al zorro a cuidar de las gallinas ¿no te parece?
Pero bueno, ya continuaremos escribiendo sobre esto.
Hasta pronto pequeña.