Revista Psicología
Las dudas,entrecruzándose entre ellas, tal y como los pasillos del laberintodel minotauro, le cercenan hasta llevarle,una y otra vez, como en lamitología griega, al centro de la estructura, es decir,a unpensamiento que le mueve, en torno al cual produce su vida, susmuros. Padece de sus tentáculos, imposibilitándolo, inhibiéndoloen su vivir, retornando consecuentemente a su partida. En estepadecer sonámbulo busca a alguien que le despierte:“deme unconsejo, por favor”. Qué debe o no debe hacer se traduce en quépasillo girar. En su realidad, algo que vale para mí tal vez no valepara usted, porque su laberinto le impide ver más allá de losmuros. Si le digo que salte, no lo hará: no tiene las herramientasadecuadas. Sus dedos arañarán los muros y se aferrará aún más alterreno que pisa, de todas formas iba a elegir quedarse, sólo queríaescuchar por qué esquina torcer y así tener la ilusión decontinuar, sin transformarse. No le ofrezco una enseñanza, leofrezco el aprender, con las herramientas adecuadas, con palabras queagrieten la dura piedra, a derribar sus miedos, sus fantasías,levantar sus inhibiciones y los prejuicios que le impiden hacer esoque quiere hacer, a construir su propios caminos, otras realidades,sus propios deseos.¿Quiere otro consejo? La realidad no es esa, nitan siquiera la fantaseada, es la que usted va construyendo y leayudaré a producir los pensamientos que le lleven a ella.Fdo: Su psicoanalista
Laura López,psicóloga-psicoanalista