Siempre me han impresionado las enfermedades del corazón, quizá porque por herencia familiar tengo muchas papeletas para que algún día me dé un susto. Esta semana me enteraba del fallecimiento de un amigo de Sevilla. Pocos años mayor que yo y de sorpresa, un infarto se lo llevaba por delante. Era una buena persona. Siempre cerca de su familia, de sus amigos, siempre dispuesto a ayudar a todos... Y me acordé de esta historia que alguien me contó hace muchos años en un hospital mientras esperaba a ver a mi abuelo ingresado con una angina de pecho.
Un hombre joven llegó al centro de un pueblo gritando que poseía el corazón más hermoso de la comarca. La gente se concentró a su alrededor y observaban que su corazón era perfecto, sin manchas, heridas, ni rasguños. Todos coincidieron en que era el corazón más hermoso que jamás había visto.
Un anciano se acercó por allí y dijo:
- ¿Cómo puedes ser tan engreído? ¿Cómo puedes decir eso? Mi corazón es muchísimo más hermoso que el tuyo.
La multitud se giró y sorprendida miro al corazón del viejo. Latía con fuerza pero estaba cubierto de cicatrices, arañazos, trozos que faltaban, huecos...
- ¡Pero hombre! -habló uno de los ciudadanos- ¿cómo puede decir usted que su corazón es más bello si está lleno de heridas y dolor?
- Es cierto -dijo el anciano- Pero cada cicatriz representa una persona a la que entregué mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para darlos a los demás. Algunos me han obsequiado con un trozo del suyo y me alegro de ello y por eso mi corazón tiene trozos de distintas texturas y tonalidades. Hubo veces en las que yo entregué un trozo de mi corazón, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio, y esos son los huecos que podéis ver.
Dar amor es arriesgar, porque nunca sabes si recibirás a cambio o no; si en tu corazón quedará un hueco o habrá un nuevo remiendo. Pero tanto huecos como remiendos nos recuerdan que seguimos amando, y eso alimenta la esperanza de que tal vez, algún día aquellos amores no del todo correspondidos regresen y llenen el vacío de nuestro corazón.
¿Por qué no miras este fin de semana cómo luce el tuyo?