Lo que pasa en queda en Shanghai, dicen. ¿O era Las Vegas? Bueno, no sé. Entre tantos trenes y chinos alrededor me estoy mareando un poco. Lo que si recuerdo es que nuestro primer destino en China fue la gran ciudad de Shanghai y a pesar de sólo estar cinco días, varias cosas locas sucedieron dignas de ser narradas en esta entrada. Voy a contar como fueron los primeros días de nuestro arribo al gigante de Asia y cuáles fueron las primeras sensaciones encontradas al caminar sus calles y sumergirnos en su cultura milenaria. Voy a hablar de nuestros anfitriones de Couchsurfing y de la loca y divertida noche que vivimos en una discoteca top de Shanghai.
Shanghai, la ciudad prometida
Shanghai es una ciudad que a pesar de tener más de trece millones de habitantes, es bastante tranquila y ordenada para el estándar de ordenamiento en China. No es tan caótica como otras ciudades y por momentos pareciera incluso que no perteneciese a China. Es una ciudad donde el capitalismo y el consumismo de las grandes marcas multinacionales penetraron de tal forma que por más que el gobierno chino intente hacerla más comunista ya es demasiado tarde. Y es que Shanghai es la gran ciudad prometida. Ya lo fue durante la primera mitad del siglo pasado hasta la llegada de Mao al poder y lo volverá a ser en un futuro no tan lejano. Cuando las esquirlas de la debacle totalitaria que castigó a China durante varios años, sean tan solo viejas cicatrices sin importancia. Cuando puedan sanar y curar las heridas que causaron la famosa Revolución Cultural y los Guardias Rojos.
A Shanghai llegamos luego de un viaje en tren que duró más de 18 horas desde Shenzhen, la ciudad que limita con Hong Kong. Fue un viaje agotador, pero como habíamos reservado una cama en el tren y eran nuestros primeros momentos en China, entre expectativas y curiosidad por lo nuevo, lo soportamos bastante. Nos lo pasamos durmiendo o tirados en estas literas. En este viaje empezamos a vislumbrar lo que es la cultura China, o mejor dicho, como se comportan los chinos en sociedad. Ya habíamos leído en varios blogs de viajes al respecto, pero ahora lo vivimos en carne propia. Los Chinos suelen pasarse el viaje fumando en los pasillos del tren, escupiendo al piso, hurgando sus narices en busca de tesoros escondidos, hablando por teléfono a los gritos, escuchando música en sus celulares a todo volumen y tirando las basuras que dejan después de comer en cualquier lado. Ni hablar como se van transformando los baños del tren durante el viaje. Impenetrables. Después comprobamos también que todo esto mismo lo hacen en la vida cotidiana de las ciudades, sumándoles que no respetan las leyes de tránsito y que se la pasan conduciendo por donde se les antoja y tocando bocina a cada rato. Esto también fue un choque duro para nosotros. No estábamos preparados para la cultura china y eso se hizo notar durante todo el viaje, ya que renegamos bastante sobre esto. No compartimos para nada su forma de vivir en sociedad, pero la respetamos. Si sobrevivieron por más de miles de años y hoy en día son potencia mundial económica, por algo será.Una vez que arribamos a la estación de tren de Shanghai nos dirigimos hacia el departamento de nuestro primer anfitrión de Couchsurfing, Nick, que vive en el hermoso, pintoresco y tranquilo barrio de la Antigua Concesión Francesa, lugar que perteneció por varios años a los franceses luego de ocupar China después de las Guerras del Opio del siglo XIX. Llegamos bastante cansados del viaje, nos dimos una ducha, nos acomodamos y nos pusimos a charlar con dos chicas que se estaban hospedando también en lo de Nick. Joffy de China y Paola de México. A Nick recién lo conoceríamos a la noche ya que estuvo trabajando todo ese día.
De paseo Shanghai
Ese primer día fuimos a almorzar con Paola a un pequeño restaurante que quedaba por el barrio y luego nos fuimos a pasear por la zona del Bund (Waitan), la famosa explanada donde se puede apreciar una vista fantástica hacia la zona de Pudong, al otro lado del río y sus grandes edificios emblemáticos del centro comercial y financiero de Shanghai, donde se destacan la extravagante Torre de Televisión, la fabulosa Torre Jin Mao de 421 metros de altura y el rascacielo del Shanghai World Financial Center de 494 metros de altura. Tomamos algunas fotos, apreciamos la maravillosa vista del lugar y seguimos caminando por las calles de Shanghai, perdiéndonos entre el mar de gente. Luego nos fuimos a descansar a un pequeño parque que queda cerca de la Biblioteca y nos quedamos allí un largo rato hasta que se hizo de noche y regresamos al departamento de Nick.
Al otro día fuimos a pasear por los Jardines Yuyuan y a internarnos en la Ciudad Vieja de Shanghai, un barrio precolonial, atiborrados de callejuelas con casas de estilo antiguo. Este sector de la ciudad nunca perteneció a las potencias europeas cuando invadieron China hace dos siglos atrás, es por eso que todavía conservan la arquitectura tradicional que tanto caracteriza a China. Entrar en este barrio es alejarse de la gran ciudad por un rato. Hacer un viaje en el tiempo a la época de las Dinastías Chinas. Perderse entre sus callejones es encontrarse con la tradición china en su máximo esplendor.
Al atardecer nos acercamos otra vez a la zona del Bund a ver el espectáculo de luces de los rascacielos que están en la zona de Pudong. Esa fue nuestra última noche con nuestro anfitrión Nick ya que al día siguiente nos mudamos al departamento de Tomass, otro anfitrión de Couchsurfing.
Tomass es un chico de República Checa que hace unos meses la empresa en la que trabaja lo trasladó a Shanghai. Esta multinacional para hacerlo sentir "feliz" le alquiló un departamento en un hermoso y caro barrio de Shanghai y le compró un auto nuevo modelo. A la casa de Tomass llegamos un domingo al mediodía. Fuimos a almorzar a un shopping donde hay un sector de comidas clásicas chinas de diferentes tipos y sabores. Luego fuimos a su departamento, donde charlamos largo rato sobre nuestras vidas, vimos una película en su televisor 180 pulgadas y a la tarde-noche nos llevó en su auto a pasear por las autopistas elevadas que tiene Shanghai. Éste fue un espectáculo que no esperábamos. Cuando nos comentó de ir a andar en auto por la autopista pensamos " ¿que tendrá de interesante esto?", pero luego pudimos comprobar en toda su magnitud lo que es pasear de noche por Shanghai por sus carreteras elevadas. Ver los rascacielos iluminados con luces de neón de infinitos colores desde las alturas y a su vez, tan cerca fue como estar adentro del video juego Need for Speed o ser los actores principales de la película Rápido y Furioso Reto Tokyo. Impresionante. Un paseo que nos dejó con la boca abierta y una adrenalina en el cuerpo que duró toda la noche.
Luego fuimos a cenar al mismo lugar donde almorzamos, pero eligiendo otro menú y alrededor de las 22:00hs nos fuimos a bailar a una discoteca de Shanghai. Y allí fue cuando comenzó la crazy loca noche en esta ciudad.
De copas por Shanghai
Nosotros no viajamos con mucha ropa, ya que estamos recorriendo el mundo sólo con un par de mochilas, y menos tenemos ropa para salir a bailar, así que improvisamos, nos vestimos como pudimos y salimos a romper la noche. Cuando llegamos al lugar bailable nos acobardamos un poco al ver Ferraris y autos de lujo aparcados en la entrada, y personas esperando por ingresar al recinto vestidas con ropa de la última moda. Muy coquetos, ellos. Pero sin pensarlo demasiado encaramos para adentro con paso de murga y al grito " Esta noche no me importa nada " dispuesto a disfrutar del momento y de la compañía de nuestro anfitrión y una pareja de amigos que se sumaron al encuentro. Cuando entramos nos acomodaron en una mesa y por nuestra condición de extranjeros, y para gran sorpresa nuestra, nos dieron bebidas gratis toda la noche! Sí, como leyeron bien. No sólo que no pagamos la entrada, sino que tomamos gratis toda la santa y espectacular noche. Así que se imaginaran en el estado que terminamos. Mucho no recordamos de esa fantástica velada, solo flashes e imágenes paganas.
En esa discoteca estuvimos alrededor de dos horas pasando un gran momento como hacía tiempo no lo hacíamos. Luego, Tomass nos dice que un amigo le había reservado otra mesa con bebidas gratis en otra discoteca de Shanghai y hacia allí salimos de rotation. Acá es cuando empiezan las severas lagunas mentales y no sabemos bien si vivimos de verdad eso que recordamos o sólo fueron productos de nuestra imaginación y el alcohol.
En el nuevo lugar no sólo que teníamos una mesa con bebidas gratis, sino que también había frutas, pero después comprobamos que nos habíamos adentrado en los reservados Vip que no nos correspondía y unos guardias (patovicas) chinos con cara de pocos amigos y pareciendo que sospechaban algo, nos terminaron echando y devolviéndonos a nuestra mesa. Yo recuerdo que le tiré una patada voladora ninja a uno y derribé de un gancho certero al mentón a otro, pero esto puede ser producto de mis alucinaciones temporales. No estoy completamente seguro. Tengan en cuenta que no suelo tomar alcohol y dos o tres copas de Vodka y Ron me hacen perder la noción del tiempo, el espacio y la razón.
La verdad es que fue una noche excitante. Como siempre dejamos todo en cada paso de baile, llevándonos los aplausos de toda la discoteca por nuestra performance de bailarines adiestrados. Volvimos a la casa de Tomass bastante pasados de copas, pero con la alegría de haber vivido una noche especial en la loca Shanghai. Al otro día nos esperaba sentada nuestra vieja y casí no recordada amiga, Doña Resaca extra large que tuvo la amabilidad y la cortesía de acompañarnos toda la jornada. Miramos un par de películas más, y de a poco nos fuimos despidiendo de Tomass y de Shanghai, ya que al otro día partiríamos hacia un nuevo destino: Beijing. 18 horas de viaje en tren nos esperaban, pero esto es otra historia.
Nos leemos.
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