Al contrario de la otra película que vi el fin de semana, Un cuento chino sí que merece la pena, y mucho. Una comedia tranqui, con ligeras dosis de acción, alto octanaje de mala hostia y algo de romance encubierto.
Decimos que algo es un cuento chino cuando lo que nos cuentan es una trola, o que es demasiado insólito para creérselo de buenas a primeras, y este es el trasfondo de la película, lo que da inicio a la misma.
En Fucheng, China, Jun y su novia disfrutan de una cita en un bote en el lago. Cuando Jun se dispone a buscar los anillos para proponerle matrimonio, directamente desde el cielo cae una vaca y se estrella contra el bote, matando a su novia.
Cuando lees algo así en la sinopsis de una película, sabes que tienes que verla, sí o sí; y cuando por fin la ves, y ves la dichosa escena, mientras te ríes por lo absurdo, lloras por la vaca. Pobre.
En fin, que el chino, Jun (Ignacio Huang), llega a Buenos Aires y entra de lleno en la vida, y en la casa, de Roberto (Ricardo Darín), dueño de una ferretería, quien pondrá todo de su mano para ayudarlo a encontrar a su familia, dado que Jun, no habla ni papa de español.
Un cuento chino nos relata una historia muy humana, de compasión, un drama muy jodido, pero contado de una manera tal, que es inevitable soltar la lagrimita... de la risa.
No quiero contar muchos detalles, pero no por spoilear, sino porque son cosas que uno tiene que descubrir por si mismo para disfrutar de la mejor de las maneras.
Por mi parte me quedo con 2 o 3 escenas...
Sin detalles... descúbrelos tú mismo. Un cuento chino es una película que merece mucho la pena, para ver con amigos, con tu pareja o en soledad. No te vas a arrepentir, te lo aseguro.