Revista Opinión
Este año tenemos un día de propina, y es al que voy a dedicar este cuento de Navidad.
Vuelve la rutina de todos los años, acordeones desafinados repiqueteando en sus teclas un sonido manido y repetido todos los años. Luces en las calles, sus árboles navideños llenos también de luces.
Personas que corren con bolsas de los grandes almacenes como si fuera el fin del mundo y hubiera que perdonar a todos los que hemos agraviado durante - en este caso- 366 días que tiene 2016.
Locura en estas fechas en donde cada cual se siente engañado o agradecido. No lo sé, de verdad no lo sé.
Mientras los grandes de la mercadotecnia imploran piedad para que nos ablandemos y aflojemos el dinero para lavar nuestras desvergüenzas cometidas durante todos estos días del año que ahora concluye.
Lo cierto es que estoy hecho un lío tremendo pues sigo viendo y escuchando que el mundo sigue girando y girando y nosotros seguimos corriendo de un lado para otro como si fuéramos a perder el tren ¿o era perder la vida?
No lo sé. Si acaso sé que otro año más, los sinvergüenzas han seguido haciendo lo mismo a costa de los de siempre. Así son los seres humanos ¿o eran los inhumanos? No lo sé.
En este caso es año bisiesto y me hubiera gustado que cada uno de los 366 días hubieran sido Navidad.
Pero esto, naturalmente es un cuento de Navidad.