Hoy vengo con una reflexión que me ha tenido varios días dando vueltas por la cabeza (y por el intestino, porque ya sabéis que ahí se cuece todo).
Llevo años escribiendo sobre nuestro intestino y nuestras hormonas, esa pareja disfuncional que puede arruinarte la semana… o salvarte la vida si aprendes a escucharla.
Pero esta vez quiero hablarte de algo que me ha hecho clic últimamente: la importancia del dato correcto.
Cuando los diagnósticos no son tan claros como parecen

Hay enfermedades que son de manual: te diagnostican, te dan un tratamiento, y a seguir. Si eres diabético, por ejemplo, sabes que necesitas insulina. Fin. (Lo he simplificado mucho lo sé… pero para que me entiendas).
Pero luego están esos trastornos que parecen un rompecabezas de 5.000 piezas: te haces mil pruebas, visitas especialistas, cambias tu dieta, cambias de vida, pruebas distintas terapias y aun así… nada encaja del todo.
Uno de esos trastornos es el Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM). Afecta a entre el 5 y el 8% de las mujeres en edad fértil, y se debe a una hipersensibilidad neuroendocrina a los cambios hormonales del ciclo1.
O sea, que tu cuerpo reacciona con ira, tristeza o ansiedad extrema ante fluctuaciones hormonales que a otras personas apenas les mueven un pelo.
Y no, no es “solo el síndrome premenstrual de siempre”. Es mucho más profundo, y puede llegar a durar más de dos semanas cada mes, originando en una gran mayoría de casos ideas suicidas que eventualmente se llevan a cabo. Para que entiendas la seriedad.
El poder del dato correcto

Después de años de pruebas, dietas, suplementos y cambios de estilo de vida, decidí contactar con una especialista en TDPM. Y, por primera vez, alguien miró mis análisis de otra manera.
Resulta que mi cuerpo no absorbe bien las grasas.
Y ya, suena hasta bien al principio (“así no engordo”), pero el cuerpo no piensa en la estética:

Así que si no las absorbes, todo el sistema hormonal y nervioso se va al traste.
Y ahí estaba yo, tocando mil variables (gluten sí, gluten no; ayuno sí, ayuno no; probióticos, prebióticos, ejercicio intenso-moderado-suave; lactosa, fructosa, procesados, agua con limón, limpiezas…), sin tocar lo que realmente importaba.
Intestino, hormonas y salud mental: el triángulo de la vida
No es casualidad que mi colon irritable empeore mis síntomas del TDPM.
El eje intestino-cerebro influye directamente en la producción de serotonina (alrededor del 90% se produce en el intestino, según Gershon3), y si la microbiota está alterada, los neurotransmisores también bailan el cha-cha-chá del caos.
Por eso, si sientes que tus síntomas emocionales y digestivos se retroalimentan, no estás loc@: estás sintiendo lo que la ciencia empieza a confirmar.
Moraleja: no te rindas (aunque te den ganas)

Si las pruebas no te dan respuestas, no significa que no haya nada.
A veces el dato correcto ya está en tus análisis, pero falta la persona adecuada que sepa leerlo.
La clave está en seguir buscando, pero también en buscar mejor, con curiosidad y esperanza.
Preguntas para ti:
- ¿Has revisado últimamente tus síntomas con una mirada más global (intestino, hormonas, emociones)?
- ¿Hay algún “dato” que diste por irrelevante pero que podría tener sentido ahora?
- ¿Estás escuchando a tu cuerpo… o solo intentando silenciarlo?
- ¿Y si el alivio que buscas no está en hacer más, sino en mirar de otro modo lo que ya tienes?
No estás rota, solo estás buscando el dato correcto.
Y cuando lo encuentres, todo empezará a tener sentido.
Referencias:
- Rapkin, A. J., & Lewis, E. I. (2013). Treatment of premenstrual dysphoric disorder. Women’s Health, 9(6), 537–556. ︎

- Gershon, M. D. (2013). Serotonin is a sword and a shield of the bowel: serotonin plays offense and defense. Transactions of the American Clinical and Climatological Association, 124, 100–115. ︎

- Harvard T.H. Chan School of Public Health. (2022). The Nutrition Source: Fats and Cholesterol. ︎

