Revista Educación

Un debate sosegado

Por Juancarlos53

Un debate sosegado

El Pleno de ese jueves transcurría dentro de los cauces habituales. Las opiniones sobre la conveniencia o no de incorporar a la siguiente edición del diccionario esta o aquella palabra se exponían de la manera acostumbrada.

­-¡Por Dios, Víctor, no me digas que también vamos a admitir " hisopado " -exclamó con cara de enfado, José Antonio Pascual, amigo y compañero en la Universidad salmantina del que por varios años presidiera la Academia.

-Ja, ja, ja -rio con ganas el exdirector-. Pregúntale a Sánchez Ron qué opina del palabro.

-A mí no me metáis en vuestros líos y piques que seguro que provienen de resquemores y envidias nacidas entre los traidores terciopelos del claustro universitario -de este modo, con picardía y algo de mala baba, quiso eludir la "papeleta" de ' hisopado ' el ocupante de la silla G-. Preguntadle a un médico de verdad como Rof Carballo y no a mí que no soy más que doctor en Ciencias Físicas.

-No, si ya me lo temía yo -soltó, despertando de su letargo, Juan Rof al verse aludido en el debate-. Te dije, Víctor que ese afán tuyo que iniciaste durante tu largo mandato de dejar de ser "Real Academia" para pasar a ser "academia real" nos traería más de un problemilla.

-Menos irte por las ramas, Juan, y más ir al asunto -cortó tajante Inés Fernández-Ordóñez, quizás una de las académicas menos conocidas de la institución.

-Sabéis, amables colegas -recogió el doctor el guante de seda lanzado por la bella Inés- que nos hemos visto asediados por la enojosa pandemia del COVID y que se imponía o se impuso en ocasiones la obligatoriedad de realizar pruebas PCR. ¿Cómo saber cuántos ya habían sido sometidos a la toma de muestras biológicas de nariz y/o faringe? Aquí los sanitarios y el personal adscrito que las realizaban comenzaron a utilizar el término. Así que aquellos que aguardaban a conocer el resultado de la prueba pasaban a la condición o estado de " hisopados ", o sea, de seres que habían sido hurgados en su nariz mediante un hisopo. Y aquí lo dejo.

-Una explicación perfecta -intervino el considerado en su momento casi perpetuo director de la RAE, García de la Concha-. ¿Qué te ha parecido Pascual?

-No te lo digo en voz alta, Víctor, porque no quiero malmeter - cortó por lo sano, algo mosqueado y molesto José Antonio, desde su silla 'k', el intento de mamoneo de la silla 'c', minúsculas ambas-. Pero creo que con esta y otras "papeletas" nos estamos pasando de la raya en esta última edición.

-¿Por qué dices eso, benemérito colega? -intervino resuelto en la contienda Pérez Reverte, de seguro recordando zafarranchos de combate vividos por él durante su etapa de aguerrido reportero televisivo ["Aquí, desde Sarajevo, y para toda España, Arturo Pérez Reverte, TVE."]. ¡Qué hermosos recuerdos, madre mía, se apoderaron del ocupante de la T mayúscula! En la apacible reunión semanal de la Academia por fin había movida, levantamiento, lanzamiento de misiles lingüísticos.

-Por nada, por nada, Arturo, son cosas mías -le respondió azorado el miembro correspondiente del Institut d'Estudis Catalans.

-¡Aquí no hay cosas tuyas ni mías, Pascual! -bramó Pérez Reverte-, aquí estamos dilucidando si tal o cual palabra debe entrar o no en la próxima edición del Diccionario. Y es por esto que me encantaría saber tu opinión. ¿Qué quieres decirle a Víctor con eso de que no quieres malmeter? ¿Acaso opinar sobre ' hisopear ' puede ocasionar conflicto o enfado entre colegas?

José Antonio Pascual, de natural tímido, no sabía dónde meterse al verse interpelado de manera tan directa por el afamado novelista. Tenía claro que debía dar alguna contestación lógica que enfriara la situación y procurar que las aguas volviesen a su cauce. Pero un hombre que había convivido con asesinos, que había empuñado un arma y que había expuesto su vida en el ejercicio de la profesión periodística, ¿acaso entendería lo que le había llevado a utilizar -en mala hora, ¡vive Dios!- tan inoportuna palabra?

-Perdonadme lo de malmeter, compañeros -dijo la letra k minúscula encogiéndose sobre sí mismo, llevando las manos hacia su zona ventral cual si estuviera metamorfoseándose en la grafía que su silla pregonaba-, no pretendía ofender a nadie y mucho menos a mi compañero de Facultad durante muchos años, el profesor García de la Concha.

-Menos rollos, Pascual -cortó la perorata con sus acostumbradas maneras autoritarias una T mayúscula que ya estaba un poco hasta los cataplines-. ¿Es que hay algo, además de ' hisopeando ', que no te convenza?

-Lo que no me convence, estimado Arturo -comenzó, por fin, la minúscula k a decir con soltura y decisión- es que en la nómina de nuevas entradas que vamos a aprobar para la siguiente edición del diccionario hay términos que se las traen. Pase 'hisopeando' dada la frecuencia y, en millones, el número de seres que nos hemos visto sometidos a estas incursiones de hisopos cosquilleantes en nuestras propias narices, pero ¿qué me decís de ' biatlón', ' cisgénero' o ' pichear '? ¿No os parece que en concesiones a extranjerismos nos extralimitamos un poquito?

-Hay que estar a la altura de los tiempos -intervino Inés, la académica más joven de las siete que por el momento constituía el cupo femenino. Todos la miraron con cara sorprendida por eso de que ella, especialista en el Cantar de Mio Cid, se mostrase ahora tan contemporizadora con anglicismos y otros extranjerismos-. Igual que el español permea e invade otras lenguas (¿qué me decís de 'fiesta', 'tapas', 'siesta' y hasta 'patio'?) también nosotros, y más siendo un país con más de 80 millones de visitantes extranjeros, ha de estar abierto a estas influencias.

-No digo que no -se inmiscuyó en el debate Javier Marías con su acostumbrada tranquilidad verbal que traslucía, por qué no decirlo, una cierta petulancia derivada de su profundo conocimiento de la lengua de Shakespeare-, pero conviene guardar bien el corral patrio. Con el debido respeto a las academias hermanas de ultramar, no debemos caer en la permisividad que por allá practican. Ellos usan ' parquear' donde nosotros 'aparcar', vale, venga, ya llevamos años aceptándolo y el coche es objeto de uso cotidiano por todos; pero por aquí, en España y algunos otros países sudamericanos en los que el beisbol no es deporte popular, qué pinta ' pichear '. Y también...

Paz Battaner, académica directora del Diccionario de la Lengua Española y ocupante de la silla 's' minúscula, quiso defender las más de 3800 modificaciones que saldrían en la nueva edición del Diccionario (la actualización 23.5) e intervino en la contienda recordando que la preeminencia de la española sobre las otras Academias que forman la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) decayó hace ya tiempo. Recordó Battaner que como ya predijera el recordado Dámaso Alonso, director de la institución durante tantísimos años, el centro idiomático se había desplazado al Atlántico y que si deseábamos mantener la unidad del idioma debíamos de estar atentos a la manera de hablar y utilizar la lengua por allí.

Fue finalizar la intervención de Paz Battaner y desatarse la caja de los truenos. Varios miembros despertaron de su dormidera habitual y comenzaron a reclamar terciar en el debate.

-Vamos, por Dios, esto ya es lo último -rugió desde la silla 'p' minúscula un Francisco Rico con su característica profunda voz-. O sea que se está haciendo realidad la fatalidad predicha por Rubén en su pregunta a la esfinge: " ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ". Y recuerden ustedes que quien con inteligencia así se interrogaba era nicaragüense y no español.

Entró el trueno en la que debiera ser siempre amable y reposada casa de la palabra. Los inveterados nacionalismos se removieron en los pechos que agazapados los retenían. Quizás el primero fue el del peruano Vargas Llosa, hombre viajado y residente en varios países a lo largo de su dilatada vida. Pero también otros como Pedro Álvarez de Miranda, italiano de nacimiento, e incluso el muy viajado y conocedor de tantas culturas como Pérez Reverte echaron su cuarto a espadas en esta confrontación lingüística.

-Creo con toda la humildad que logre insuflar a mis palabras, que quizás no sea mucha -intervino el arequipeño-, que hemos de defendernos del monstruo norteamericano que acogota a gran parte del mundo y en especial a Sudamérica. Ni sé ya cuantas intervenciones suyas en la vida diaria de estos países han hecho naufragar interesantes proyectos propios. En mi querido Perú últimamente...

-Todos sabemos qué pasó y sucede ahora mismo en tu querido Perú y en muchos otros lugares -zanjó imperioso García de la Concha, conocedor de la verborragia del por entonces pareja de la Presley-. Pero aquí, amigos, estamos hablando de palabras que se usan en la vida diaria, de términos que sirven a infinidad de personas para relacionarse; no hablamos de políticas nacionales. Si así fuera ¿para qué la ASALE?

-¡Ya está bien! Esto es insoportable -exclamó con las carótidas fuera de sí Francisco Rico-. Lo último que me faltaba por oír es lo que acaba de decir el capo de la mafia salmantina.

Un sinfín de cuchicheos, palabras no tan calladas, voces que demandaban silencio, e insultos velados, acompañaron el remover de sillas, mayúsculas y minúsculas, que si no se oyeron más fue porque la raída moqueta proveniente de la crisis económica anterior ya había sido repuesta merced a los pingües beneficios que la penúltima edición del Diccionario había reportado a la venerable institución cultural.

-¡Orden, orden! Caballeros, por favor, les pido que se reporten -el hasta ahora silente director de la Institución, Santiago Muñoz Machado, hubo de intervenir en la contienda a fin de evitar que esta se saliese de madre. Miró con cara circunspecta a sus colegas más peleones y mezclando sus conocimientos de Derecho administrativo con la biografía cervantina prosiguió-: No conviene sacar a relucir en tan docta casa asuntos tan barriobajeros como los que atañen al vil metal. Recordad que no tenemos dotación económica acorde con el decoro que exige esta Casa. Todos los ingresos son siempre bienvenidos y si provienen del fruto de nuestro trabajo, su honestidad está garantizada.

-¡Honestidad, honestidad...!-rezongó por lo bajo José Antonio Pascual que, salmantino como Battaner y compañero del emérito director de la RAE, siempre fue segundón en el grupo lingüístico de Salamanca-. Espero que las cuentas que sobre el Diccionario hayan rendido mis paisanos sean superiores en claridad a las de los Cursos de Verano de la Universidad a orillas del Tormes que durante tantos años don Víctor administró.

La insidia estaba lanzada. Los modales de unos y de otros se hicieron a un lado. Los defensores de aquellos y los detractores de los mismos se arremolinaron en zonas opuestas de aquella mesa redonda que buscaba la ahora perdida ecuanimidad y sosiego. Tronó una voz fuerte, decidida, que supo aunar la voluntad académica en un todos contra uno.

-Os lo advertí muchas veces a lo largo de estos años, colegas académicos, que el enemigo estaba en casa, que se sentaba a la mesa con nosotros, que lo considerábamos un igual, cuando en su interior anidaba el afán de discordia.

-Arturo, por favor, no irás a repetir tus fantasías habituales -tartamudeó la silla 'p' sabedora de que todo estaba en su contra.

-Sí, sí, por fin ha llegado tu hora, Rico -gritó Pérez Reverte levantándose junto a Marías, Merino y algún otro-. Esas desapariciones por muerte de varios académicos atribuidas al fantasma de Cervantes que se pasea por la Casa no es más que un ardid, un disfraz. Tú eres el culpable de las mismas y siempre has actuado igual: enfangando los debates, promoviendo la discordia que afecta a los corazones débiles de nuestros compañeros de más edad.

-Pero Arturo - imploró Francisco Rico con ojos suplicantes- no debemos saltar del universo al metaverso por muy de moda que ahora esté. Te he pedido por activa y por pasiva que no me hagas personaje de ninguna de tus novelas.

-Siendo Cervantes el espíritu que anima la creación literaria de la que hablas, Francisco -intervino resuelto y con determinación Muñoz Machado- no creo que haya que poner pero alguno a ninguna creación. Además al nacer del interior de la docta casa puede servirnos para diversificar nuestra producción libresca y aumentar los fondos económicos de la Academia.

Un debate sosegado

En la puerta que daba acceso al salón de reuniones acababa de surgir como por arte de birlibirloque una especie de mercadillo. Tras la única mesa donde se apilaban los ejemplares se encontraba García de la Concha, maestro en el arte de conseguir dineros. Don Víctor, con sabiduría, intentaba poner orden en el barullo de la fila que los miembros de la docta casa habían formado:

-¡Calma, señores, calma! Con calma, por favor, no se arremolinen. Todos tendrán, tras su debido pago, por supuesto, un ejemplar de la última novela de nuestro escritor más mediático, Arturo Pérez Reverte, novela negra de título tan cercano y reconocible como querido por todos nosotros: " Limpia, Mata y da Esplendor "


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